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Facebook: Marina García Gómez
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28 nov 2010

cap6 part1

No podía ser cierto. Ojala en ese momento hubiese despertado y todo hubiese sido un simple sueño terrible. Tumbada sobre él volvía a recordar que mi vida había sido una terrible mentira.
-         no puedo creer que me mintieras- dije mientras me incorporaba.
-         ¿mentirte sobre qué?
-         Sobre quien eras. Eres un sidaz.- la palabra se me atragantó como veneno.
-         Tú también lo eres.- se sacudió el cabello y se apartó los mechones de la cara.
-         ME MENTISTE- repetí gritando. Me sentía dolida.
-         Isil era por tu bien.
En ese momento Moisés y Juan llegaron donde nos encontrábamos y me agarraron los brazos para inmovilizarme. Aquello fue una tontería, porque de pronto ya no tenía intención de ir a ningún sitio. Me quedaría donde me dijesen, sentada, atada o como fuera. Repasaría mi vida y buscaría una sola persona de mis recuerdos que no me hubiese mentido. Lo peor de todo era sentir que lo sabía y que no me había dado cuenta. Sus ojos verdes estaban presentes en todas las imágenes de mi mente.

Sentada en el sofá de la habitación. Laura daba vueltas alrededor de Marco como una policía. Vestida con unas mallas negras y un camiseta de tirantes verde oscura. Su melena rubia llegaba hasta la cintura trenzada y sujeta con un lazo negro.
-         Necesito saber cómo nos has encontrado.
-         Te lo estoy diciendo  Laura. Rastreé el poder de Isil.
-         Los dos sabemos que es imposible, nosotros borramos ese rastro.- Laura estaba impaciente y se controlaba para no gritar. De pronto su expresión se suavizó.- Isil sal un momento por favor.
-         Pero…
-         ¡Sal ya!
Me levanté del sofá y salí al pasillo del hotel. Era un hotel bastante lujoso, en algún punto del país cerca del mar. Al principio pensé en deambular por aquel conjunto de paredes desconocidas, pero un grito al otro lado de la puerta captó mi atención. Sabía que no debía escuchar, pero no tenía nada mejor que hacer. Coloqué mi oreja contra la puerta y presté atención.
-         Dímelo Marco.- la voz de Laura bajaba y subía.
-         Laura no puedo decírtelo más claro, la rastreé.
-         Los dos sabemos que no es así.- respiró hondo y sonó más calmada- solo respóndeme a la pregunta ¿te has acostado con ella?
Sentí como mientras pronunciaba esas palabras se apagaba temiendo la respuesta. Luego hubo un silencio sepulcral.
-         si- admitió Marco.
Un sonido seco se escuchó. Una bofetada. Laura le había asestado una bofetada a Marco.
-         No sabía que eras tan mezquino.
-         Laura yo…
Se oyó una segunda bofetada y temí que pudiese hacerle daño. Pero había algo que no comprendía. ¿Por qué abofeteaba Laura a Marco? ¿Acaso eran pareja y el nos había engañado a las dos? Eso fue lo único que se me ocurrió en ese momento, pero llegué a la conclusión de que lo que ella le había preguntado era cómo nos había encontrado.
-         Papá se avergonzaría de ti.
-         Es lo que hacen los novios humanos.
-         Pero vosotros no sois humanos y tú lo sabías.- una risa amarga me llegó- la querías para ti. Aprovechaste que ella no sabía nada y así lo hiciste. Te aseguraste que siempre estuviese contigo.
Un escalofrío me recorrió la espalda. No entendía que quería decir con eso pero sospechaba que nada bueno para mí. No debía entrar en la habitación pero mi cuerpo me desobedeció. Cuando me encontré dentro todos me miraron. Ni siquiera tuve que decir nada, simplemente me acerqué a Marco. Pum. El puñetazo que le asesté en la cara lo hizo doblarse sobre si mismo.
-         Ahora mismo me vas a explicar eso de que seré tuya para siempre.
Tranquilamente me senté en el sofá frente a él. Laura me miraba como si estuviese viendo un fantasma y se apartó de mi camino.
-         Isil, no es lo que tú piensas yo…
Me levanté tan rápido que nadie pudo predecir mi siguiente golpe. La silla donde se encontraba sentado golpeó el suelo de la habitación y él salió disparado. Sorprendentemente cayó de pie junto a la silla. No sabía hasta que punto podía afectarme algo que ni siquiera sabía a ciencia cierta.
-         ¡Siéntate!- le grité.
Me obedeció al instante, colocó la silla recta y se sentó en ella. Todos seguían en silencio a mí alrededor. Podía sentirlos tensos a todos, respirando pausadamente y decidiendo si pararme o no. Esquivé a Laura y volví a sentarme en el sofá.
-         Ahora quiero que me digas claramente, lo que te he pedido.
Los ojos de Marco dejaron ver pánico. Miedo hacia mí. Debería sentirme mal por que estuviese asustado pero la rabia se apoderaba de mí por momentos.



Silvia se movía inquieta en el asiento del copiloto. Miraba una y otra vez por el espejo retrovisor para comprobar que nadie nos seguía.
-         Silvia, no pasa nada.
Se había opuesto a que fuese a mi casa solo, diciendo que era muy peligroso. Luego la vi sacar todo tipo de armas del armario y meterlo en una mochila, e incluso sacó de la nevera una botella de agua del Luipa y la llevó con nosotros.
-         Lo se, pero debemos ser cautos.
-         Ahora mismo somos invisibles a cualquier ojo, es imposible que nos sigan.
Me taladró con la mirada como avisándome de que si pasaba algo sería mi culpa y se acomodó en el asiento.
Seguí conduciendo hacia el oeste siguiendo la carretera que me llevaría hasta mi casa. No sabía nada de mi padre, no sabía nada de nadie. En cuatro días la única compañía que había tenido habían sido Silvia y sus padres. Volvía a casa con el fin de poder encontrar alguna pista que me llevase hasta alguno de mis compañeros. O hasta ella. La sentía lejos y perdida, la echaba en falta y la necesitaba.
Silvia suspiró y me sacó de mis ensoñaciones. Cuando me giré para mirarla me di cuenta de que tenía bolsas bajo los ojos de llorar.
-         ¿vas a responderme a la pregunta de anoche?- me preguntó.
-         Silvia no quiero hablar de ello- corté.
-         Necesito saberlo…- me acarició el rostro, mientras yo miraba fijamente la carretera- Irusail por favor.
Las imágenes de la noche anterior volvieron a mi mente. Ella llevaba un pijama corto de flores rojas y blancas. Su melena rubia recogida como cada noche en una coleta alta. Y las gafas de vista sobre la nariz al puro estilo de las abuelas. Sentados sobre la cama de su cuarto, una cama que ella había compartido con Isil durante varias noche de juerga.
-         ¿qué pasó entre Isil y tú mientras estuvimos en el palacete?
-         ¿qué quieres decir?
-         Os vi en el paseo del acantilado.
Silencio.
-         se que hay algo muy profundo entre vosotros, y quiero saber que es.
Silencio de nuevo.
-         Irusail creo que tengo derecho a saberlo.
Me levanté de la cama y salí al pasillo, ignoré totalmente su voz llamándome desde el cuarto y fui hacia el sofá donde dormí.


       - Yo… creo que la quiero.
Ella me miró como jamás me había mirado. Como si me comprendiese y fuese mi compañera.
-         ella siempre consigue que la quieran.
-         Ya pero ahora ella no está así que eso no importa.
-         La encontraremos, la habrán puesto a salvo.
-         Eso espero.
Pronto nos acercamos a la entrada principal de mi casa. Oculta por lo árboles, la casa apareció ante nosotros carente de vida. Bajamos del coche con cuidado y nos acercamos a la puerta. La puerta de madera estaba abierta como si mi padre estuviese dentro y la hubiese dejado así para que se airease. Silvia fue a inspeccionar el cementerio y la piscina mientras que yo entré en la casa.

El salón estaba perfectamente recogido. Con la sabana doblada sobre el sofá los mandos de la televisión colocados de mayor a menor en la mesa baja de café y el jarrón con flores junto a la ventana. Algo que me sorprendió mucho fue que las flores no estaban marchitas, si no que estaban frescas y todavía desprendían olor. Algo no me cuadraba, la puerta abierta, las flores frescas… Mi padre debía estar en casa. Salí al jardín corriendo en su busca pero solo encontré soledad y mi coche. La trampilla del cementerio estaba abierta. Aunque sabía que Silvia estaba abajo buscando decidí bajar.
La última vez que había estado allí, Isil me acompañaba. Recordaba esas escaleras que había bajado junto a ella, para enseñarle la tumba de su madre.
El jardín estaba totalmente desierto, no había rastro de nadie, ni siquiera de Silvia. La piscina también se encontraba calmada. El agua del Luipa estaba lisa y verde como siempre. Busqué en derredor, pero nada. El pánico comenzó a apoderarse de mí. ¿y si alguien nos había seguido y había atrapado a Silvia? Me acerqué al borde de la piscina y eché un último vistazo antes de salir en busca de Silvia.

Aún no está terminado pero hacia mucho que no publicaba así que aquí está la primera parte. 
Mariina.

6 nov 2010

Mundos sidazes






Ya están impresos los primeros cinco capítulos.
Mariina.

6/11/10

Volver a sonreír cuando no tienes ganas es una tarea dura pero es posible :D Por todo ello he de decirte SONRÍE.