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Facebook: Marina García Gómez
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11 feb 2011

9/2

Un poco más de un mes sin subir caps. Me he pasado losé. Pero es que entre el concurso, el insti, el equipo y además acabo de llegar de viaje y estoy agotada. Os dejo este semi-segunda parte del capitulo nueve que creo que es el más pobre que he escrito. Bueno que me enrollo, aquí lo tenéis.

Vale. Irusail me dijo que mi tindri me llevaría hasta mi abuela. Pero, ¡que cojones! ¿Cómo funcionaba el maldito tindri? Estaba yo sola en el baño de mi habitación. Le daba vueltas y vueltas al maldito colgante. Consideré la posibilidad de despertar a Irusail y que él me explicase como funcionaba, pero el pobre tenía una herida muy grave y necesitaba descansar. Seguí dándole vueltas un buen rato. Cabreada al fin lo lancé fuerte contra el suelo.
El tindri brilló suavemente contra el mármol blanco. Lo recogí del suelo y comprobé que un lado de la piedra se había rasgado ligeramente. Lo acaricié para apreciar la rotura.
Ahg. La piedra me rasgó la piel y me hizo sangre. Frente a mis ojos asombrados la piedra absorbió mi sangre y se iluminó de nuevo. Una nube de humo se formó en el baño y me impidió ver lo que ocurría. Dentro de la humareda se formó un camino y lo seguí no muy convencida de a donde me llevaría.
Fue como caminar al borde de un precipicio. Algo me decía que debía seguir, pero al mismo tiempo había un sentimiento en mí que tiraba de vuelta al baño.
Tomé una decisión y caminé por el tubo de niebla. Llegué a una sala con las paredes moradas donde había una mujer con un moño alto y los ojos sin maquillar. Debía rondar los sesenta y muchos. El cabello apenas mostraba rastro del negro azabache que lo había caracterizado y tenía los ojos hinchados de llorar. Aún así su presencia imponía.
-         Abuela- grité y me lancé a su cuello.
Sentir sus brazos alrededor fue como volver a la infancia. Oler su perfume. Sentir su piel suave en mi mejilla. Sus mechones sueltos del flequillo acariciaban mi cara y ella me apretaba contra su cuerpo.
La escuché susurrar cosas sin sentido a mi oído, la oí respirar entrecortadamente y luego suspirar. Me dio la sensación de parecía tener al menos diez años más. Estaba hecha polvo.
-         ¿qué ocurre abuela?- me separé de ella y la miré a los ojos. Una tristeza muy profunda reinaba en interior de su pupila- puedes contarme…
No pude terminar la frase porqué un mata de pelo caoba se me subió por la pierna hasta la cintura.
-         ¿Dónde narices estabas cuando llegué?- lo dijo con su vocecita más enfadada, pero aún así sonó dulce como solo ella podía sonar.
-         Pequeñajaaaaaa!- dije abrazándola al mismo tiempo que alargaba más de lo necesario la a.- ¿Cuándo has llegado?
-         Hace una semana. ¿Dónde estabas?-repitió.
-         Ocupada mi amor. La tata estaba haciendo cosas importantes.- no quería explicarle por todo lo que había pasado.
-         ¿No estarías ocupada con el chico ese que vino el otro día a por ti verdad?- mi hermana siempre ha parecido mayor de lo que era. Y a pesar de tener cinco años en ese momento la sentía demasiado madura. Con su pelo caoba rodeando todo mi cuerpo y el de ella. Sus ojitos verdes demostrando que había dado en el clavo y la dulzura escrita en el rostro.
-         No tu hermana tenía asuntos más importantes que atender además de a Irusail- entró en escena Silvia con una pizca de malicia en la voz. Volvía sentir la envidia que desprendía. Estaba celosa, y mucho.
-         En realidad no. Está herido, lo he dejado en mi cuarto recuperándose mientras venía a buscaros. Él me dio la pista para encontraros.
-         ¿Dónde está?- preguntó preocupada.
-         En realidad, eh… no lo se.
-         ¡¿Cómo que no lo sabes?!
-         Silvia tranquila- intervino mi abuela- no olvides el papel que te corresponde aquí.
Silvia cerró la boca y nos dirigió una mirada asesina antes de salir por la puerta.
-         No quería tratarla así pero no permitiré que te haga daño con sus celos.
-         Da igual abuela. Es normal que se ponga así. Yo también estoy preocupada por Irusail.
-         ¿Podemos llegar hasta él?
-         No se donde está. No se como he llegado hasta aquí.
Ella frunció el ceño y me quitó el tindri de las manos. Lo estuvo observando y dándole vueltas y luego lo colocó en mi mano.
-         Debes invertir el hechizo
Mi cara debió mostrar mi desconcierto porqué suspiro y lo volvió a coger.
-         Tienes que extraer la energía que has utilizado antes, para venir. Porqué así nos llevará a todos al mismo sitio donde empezaste el hechizo.
-         Mmm-medité- y ¿cómo lo hago?
-         Ya sabes el poder de la mente- me dijo Marina.
La miré y vi el tindri que colgaba de su cuello. Una cadena de plata con mariposas plateadas que terminaba en una gran mariposa en cuyo centro había una estrella de mar. Mi hermana ya era una sidaz. Podía ver sus marcas verdes bajo los ojos e incluso imaginaba sus pequeñas uñas decoradas de color pistacho.
-         ¡ISIL!- como no. Faltaban mis padres. Entraron corriendo en la habitación y casi me tiraron al suelo al abrazarme.- Oh mi niña ¿dónde has estado? ¿estás bien?
-         Mamá estoy bien. Venga voy a intentar invertir el hechizo.
-         ¿Qué hechizo?
-         El que me ha traído aquí.
Silvia volvió a entrar en la sala. En la mano llevaba un vaso con líquido verde, uno que yo ya conocía.
-         Esto te hará más fácil invertir el proceso.
Miré con desaprobación a m abuela. Me gustaba mucho la sensación de energía que daba la pócima del Luipa, pero luego siempre me dejaba agotada. Pero ella asintió con la cabeza.
Silvia me tendió el vaso y yo lo cogí. Después de beber, la energía inundó mi cuerpo. Era como si aumentase mi adrenalina. Mis manos brillaban acumulando poder y me sentí muy fuerte.
-         ¿Falta alguien?- pregunté intentando hacer tiempo.
-         No. Venga Isil puedes hacerlo- me animó mi madre.

Sueños. Extrañas imágenes sin sentido que mezcla el cerebro y luego aparecen mientras dormimos. Eso era mi sueño en aquel momento. Muchas imágenes sin orden ni sentido que se deslizaban por mi mente. Ni siquiera podía verlas de forma nítida. Borrosas y pasajeras.
Me debatí por salir de aquel sueño. Quería volver a la realidad. Estaba con Isil y ya… no. Luchaba con todas mis fuerzas. Las imágenes se fueron aclarando más y más hasta que cobraron solidez.
Mi madre yacía en brazos de mi padre. Este sollozaba sobre el cadáver de su mujer. A lo lejos podía ver las siluetas de una mujer y dos niños que observaban la escena. Con tristeza reconocí los rostros llorosos de mi tía, mi primo y yo. En ese momento los tres teníamos un solo objetivo destruir al causante de tanta tristeza.
Mi abuelo.

Volvimos a mi cuarto. Bueno al cuarto de baño exactamente. Un poco apretados aterrizamos en esa estancia blanca donde yo había realizado el hechizo unos minutos antes. Mi abuela comprobó que todos estuviésemos bien y salimos de baño.

David le rogaba a papá que protegiese a su madre y que no la permitiese ir a ese encuentro. Tan solo tenía quince años y lloraba desconsolado. Mi padre cometió un error y le prometió que a su madre no le ocurriría nada.
Llegamos tarde aquella mujer que había sido una madre para mí todos aquellos años estaba en la misma posición en la que se encontraba su hermana cuando la encontramos. Sangraba por un costado y tenía un mensaje escrito con sangre en el brazo.
Empecé a chillar al igual que David. No podía soportarlo más.

Irusail se revolvía en la cama y chillaba como un loco. Ni siquiera hace falta decir que Silvia se lanzó como una loca sobre él para intentar tranquilizarlo. Era mi mejor amiga pero últimamente la veía de forma distinta. Estaba tan…regalada.
Yo también me acerqué pero me quedé a un centímetro de la cama. Mi abuela le puso la mano sobre la frente y milagrosamente dejó de gritar.
-         Isil- me llamó- ven ayúdame, está volviendo la fiebre necesita magia.
Se corrió hacia un lado y me dejó sitio, pero tuvo que apartar a Silvia para ello.
-         Intenta remover toda su energía y yo la canalizaré
-         De acuerdo- pude susurrar. Aún miraba a Silvia que me miraba como si fuese su peor enemigo. Me habían comentado que le sentaba muy mal ser la única sin poderes y podía imaginar como se sentía en ese momento.
Hice lo que la abuela me pidió y removí toda la energía que le quedaba en el cuerpo a Irusail. No me resultó difícil porqué ya había trabajado con su poder antes. En menos de diez minutos sentí que ya no quedaba más por remover en su interior.
-         Ya esta pequeña- dijo mi madre acariciándome la mejilla- tu abuela se quedará con él. Ya verás en menos de una hora estará en pie.
-         Eso espero.
Salimos de la habitación juntas.