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Facebook: Marina García Gómez
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18 may 2011

Capítulo 10

10

Tan solo una playa virgen. Sin gente, sombrillas, hamacas ni chiringuitos a la vista. El agua rompía en la orilla y las olas después de haber cumplido su misión se retiraban.

Di otra vuelta en la cama.

Más allá todavía un paseo entre las rocas. En él me esperaba una muchacha. Tenía el cabello claro y la piel bronceada por el sol. No podía distinguir si era alta o baja. Estaba sentada con las piernas cruzadas en lo alto de una roca. En sus manos sostenía un libro que leía atentamente.
La reconocí. Isil se apartó un mechón de la cara y lo puso tras su oreja. De vez en cuando levantaba sus ojos del libro para contemplar el mar y pude verlos, serenos y verdes. Tenía el pelo más claro que nunca, se veía rubio oscuro con muchas mechas. Como llamada por el canto del agua miró al mar, hipnotizada por su belleza. La contemplaba serena, la escuchaba reír y sentí que era parte de ella. De pronto se percató de mi presencia y se dio la vuelta. Al reconocerme sonrió y en ese momento todo cambió. El cabello dorado pasó a ser rubio platino en menos de un segundo y los ojos verdes desaparecieron y dieron lugar a unos preciosos círculos color chocolate. Silvia se encontraba allí, en mi sueño. En el lugar de Isil.

Silvia. Mi mejor amiga Silvia. Todo se nubló y desapareció la playa, las olas…el mar. Mi sueño se tornó oscuro, con una luz grisácea y el fondo negro. Ella era el centro, se acercó a mí y cuando estuvo apunto de posar sus labios sobre los míos susurro:
-         Al fin juntos mi amor.
Y me besó. No entendía nada. Solo podía pensar en Isil y en ese cambio repentino al transformarse en Silvia y… ¿Al fin juntos mi amor? ¿A que venía eso?
Desesperado me separé de ella e interrumpí el beso. Ella intentó seguir pero la aparté bruscamente. Algo no cuadraba, todo era demasiado oscuro y… Estaba muy inquieto. Corrí lo más lejos posible, lejos de ella y de la expresión maligna que había aparecido en su rostro. Corrí y corrí. Hasta que tropecé con un tronco.
Caí al suelo y paré el golpe con las manos, pero no era un tronco lo que toqué. Si no algo blando y cuando miré, descubrí que era el cuerpo de una muchacha. Un cuerpo que había visto anteriormente. Ahora yacía, carente de vida sobre el suelo negro.
-         ¡Isil¡- chillé.- Isil por favor despierta.
Silvia se acercó a nosotros mientras zarandeaba el cuerpo inmóvil de Isil. Y entendí el brillo malicioso en los ojos.
-         ¡Tú!- escupí.
-         Lo siento. Pero no nos dejaba estar juntos. Es lo mejor para los dos.
-         La has matado. Silvia. Es tu amiga.
-         Era.
Y con esas clavó una daga en el vientre de Isil para rematarla.
- ¡¡¡NO!!!

Dí un brinco en la cama. Me encontré despierto temblando y sudando.
-         Irusail. ¿Te encuentras bien?
Abrí los ojos desesperado por encontrar cualquier cara menos la de Silvia. Y tuve suerte, puesto que fue la abuela de Isil la que me tapó de nuevo con la sábana.


Laura terminó de ceñirme el corsé justo en el momento que llamaban a la puerta. Moisés, que custodiaba mi cuarto abrió con cuidado.
Un hombre alto y moreno al que reconocía del comedor entrego un sobre a Moisés, hizo una reverencia en mi dirección y desapareció.
Moisés no me permitió abrir la carta hasta asegurarse que no era peligrosa.
Pero no hizo falta, porque en cuanto yo la toqué apareció la firma de mi abuela en el sobre.
-         Déjalo Mois. Es de Claudia.
 Me aparté un poco más de ellos y abrí el sobre. Dentro había una nota escrita a mano, muy rápidamente.

Isil ha despertado. Dice que ha soñado que Silvia te mataba. No he querido contárselo a nadie. No deberías acercarte a ella. Al menos no por ahora. Ven ya, y ven escoltada.
Claudia.

La nota se me resbaló de las manos y calló al suelo. En un acto reflejo Moisés se agacho, la recogió del suelo y la leyó. Se la pasó a Laura y se acercó a mí. Apoyó su mano en mi hombro.
-         ¿Estás bien?
-         Si.- tragué el nudo que se me había hecho en la garganta.- Ya lo has leído. Vamos a la habitación de Irusail.
-         Pero Isil. Si lo que pone aquí es cierto tenemos que esperar, soy poca protección para ti.
Me volví en redondo y le miré a la cara.
-         ¡NO!- dije rotundamente con toda mi voz- Vamos ahora y lo haremos a mi manera. Nos haré invisible.
-         Isil es peligroso. Si te desconcentras perderemos la invisibilidad y quedaremos al descubierto. ¿Sabes la que se armará si ven que nos escondemos de algo?
-         Y si me ven muy escoltada. ¿No piensan que también se preguntarán? Sobretodo teniendo en cuenta que no soporto que cuiden de mí.- me hice invisible en menos de un segundo y sabía que ellos solo podían escuchar mi voz.- no. Vamos es vuestro turno.


Claudia daba vueltas de un lado al otro de la habitación. Era extraño verla así. Ella siempre era tan formal y tranquila, que no parecía que un simple sueño hubiese podido sacarla de sus casillas. Incluso había doblado la seguridad. Algo exagerado, pero yo tampoco estaba muy calmado en ese momento.
-         No es más que un sueño- me repetía una y otra vez a mi mismo, mientras me frotaba las manos.
Tres golpes fuertes sonaron al otro lado de la puerta. Todos dimos un brinco y los guardias revolotearon alrededor de Claudia.
Dos de aquellos enormes sidazes se acercaron a la puerta y esperaron la confirmación de la princesa. Cuando ésta hizo un gesto con la barbilla, abrieron la puerta.
Vacío. No había nadie al otro lado. Asustado, el guardia cerró la puerta de un portazo. Y entonces…

Deshice el hechizo de invisibilidad y aparecimos dentro de la habitación. Mi abuela se llevó la mano al pecho cuando vio quienes éramos y respiró aliviada.
-         Abuela. Me has asustado con tu nota.- me abalancé a sus brazos- ¿por qué es tan importante ese sueño?
La expresión de mi abuela se tornó seria y peligrosa.
-         He llamado a un doctor del sueño. No es un sueño normal. Por eso Irusail estaba tan asustado cuando se despertó. Su abuelo le envía un mensaje a través del sueño avisándonos que utilizará los sentimientos de Silvia contra nosotros.
Puse cara de loca.
-         Espera ¿Qué? Repite.
-         Es sencillo- todos nos giramos al oír la voz de Irusail- estoy emparentado con él y además el cuenta con mucho poder. Crea ideas y me las envía en forma de sueño, pero mi cuerpo sabe que no es un sueño natural y lo rechaza. Por eso me asusto mucho más que si fuese una simple pesadilla.

¿Por qué sería que a pesar de llevar semanas con la historia de ser princesa y los sidazes… me seguía sintiendo como una niña tonta e ignorante?
-         ¿Ha sido muy duro?- Dios, pero ¿qué estaba diciendo? Ahgggg. Ahora si que me sentía como una niña pequeña. Después de todo volvía a ponerme nerviosa al hablar con Irusail. Igual que si estuviese en primero.
-         Imagínate que la peor de tus pesadillas se haga realidad en tu mente. Ha sido exactamente eso.
-         Lo siento. Yo… siento que tu abuelo te meta en esto, siento que os meta a todos en esto y que estéis en peligro por mi culpa.

Sin que me diese cuenta Irusail se había levantado de la cama y había caminado hasta llegar a mí. Entrelazo su mano con la mía y sentí que un escalofrío me recorría por toda la espina dorsal.
Me sonrojé. El color ascendió a mis mejillas y quise morirme porque pensé que todos estarían mirándonos. Pero tan solo Irusail me miraba ya. Y parecía solo tener ojos para mí.

-         Te he echado de menos- susurró.
-         Irusail.- su nombre fue lo único que mis labios fueron capaces de formular.
-         Me he cruzado toda España para encontrarte,- acarició mi barbilla hasta llegar a la zona redondeada de mi cara. Otro escalofrío más intenso que el anterior sacudió mi cuerpo entero.- Y al fin puedo tocarte.

Había gente en la habitación de un lado para otro. Esa habitación que hasta tres días antes había sido la mía.  Mi abuela cuchicheaba a un lado con Moisés, Juan Laura y Lara; tres guardias custodiaban la puerta, y mi abuelo hablaba con varios hombres más, junto a la puerta del baño.
Pero todos nos ignoraban. Y nosotros a ellos. Vencí mi timidez momentánea y subí mi mano hasta su pelo. Retorcí un mechón negro entre mis dedos para poder sentir que lo que estaba ocurriendo era real.
-         Ven quiero enseñarte algo.- tiré de él hasta la terraza. En ella se encontraban dos guardianes más, a los que conocía del palacio en la costa.
Éstos hicieron una pequeña reverencia al verme y después volvieron a convertirse en estatuas. Arrastre a Irusail hasta la barandilla y lo hice asomarse.
-         ¿Has visto que jardines tan bonitos?- señalé uno que era mi favorito. Rosas rojas formaban figuras: flores, coronas, hojas y en el centro la forma de un ojo (el símbolo real).- Cuando pensaba que vendrías, siempre imaginé que te colarías por este jardín y que subirías hasta mi balcón para rescatarme.- reí tontamente- se me ha subido eso de ser princesa a la cabeza y ya casi sueño con cuentos de apuesto príncipes…
Antes de que pudiese seguir diciendo ninguna tontería más Irusail cerró mis labios con un beso. Un beso que yo correspondí con todo mi cuerpo.


 Bien después de un parón de tres mese conseguí escribir medio capítulo.