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Facebook: Marina García Gómez
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31 oct 2010

Hallowen!

Hoy es la noche más terrorifíca del año. Mañana será el día de todos los santos, el día que la puerta entre la vida y la muerte estará abierta.

Violeta

Por que tengo las mejores amigas del mundo, que saben estar ahí cuando más lo necesito. Y por estos pedazos de tablones que me dedican. 
Por mucho que hago y que diga, tienes que planteartelo tu misma, darte cuenta que todo tiene solución y que la mejor manera de seguir adelante es con una sonrisa en esa preciosa cara.
Siempre te he tenido cuando te necesitaba y ahora me vas a tener tú ami, por qué sabes qué? una amiga no es la que te dice lo que quieres oir, sino lo que piensa de verdad, aunque esa verdad te duela.
Voy a abrirte los ojos para que te des cuenta que tarde o temprano esos problemas dejarán de existir y te quedarás con lo que realmente merece la pena, esas peronas que necesitan verte bien, y ante todo verte feliz. Te quiero muchísimo, pero eso no es nada nuevo.
Sécate esas lagrimas y vamos cariño, eres la mejor no lo olvides.

16 oct 2010

16/10/10

    Cuando piensas que la vida te sonríe, cuando encuentras la felicidad después de tanto buscarla, cuando... te la quitan. Una persona el día de antes, es la única que puede hacerte feliz y al día siguiente quiere ser solo tu amigo. Muchos dicen que una semana es poco tiempo, pero el dolor no respeta las semanas, los meses ni los días. En un banco de aquel parque donde me besastes por primera vez, sentados donde me acariciaste la espalda y me hablaste al oído. Luego por la noche en la discoteca aquel chupito que por besarme desperdiciaste. Cuando tus brazos me rodeaban todo a mi alrededor desaparecía, la música, la gente. Te enfadabas conmigo porque contaba las cosas de Armando y Violeta y entonces ya no podías hacerlo tú. Me hacías cosquillas en la espalda aún habiendote dicho que no las soportaba. Te dije que te iba a grabar porque me hacías mucha gracia, te mordí por chuparme y me devolviste el mordisco. Te besé y deseé como tu lo hiciste conmigo. Mi portal, el cuarto del ascensor. Esos sitios me recuerdan tu olor y tu cuerpo junto al mío. Jorge los dos sabemos que algo me escondes y hay una razón para que me dejes de esta forma. Tal vez sea mejor no saberla, tal vez sea lo que pueda salvarnos de esto. Te veré dentro de dos días en el instituto y fingiré que nada ha pasado, que seguimos siendo los dos amigos del jueves de la semana pasada. Sabes que ya nada volvera a la normalidad. Sabes que no podremos volver a reirnos juntos de las tonterías de Javi y Armando. ¿Quién me llamara mi niña? reviso el movil cada poco tiempo para ver si hay algún sms tuyo, aunque compruebo lo que ya se desde el medio día que no volveré a encontrar tu nombre en la pantalla de bandeja de entrada. Las lágrimas se acumulan en mis ojos pero no se derraman. Ni siquiera los puñetazos a mi peluche está vez consiguen hacerme sentir mejor. Violeta dice que te busque y que te pida explicaciones, no se que hacer. Ojala le digas a Luci lo que sicede y podamos arreglarlo. Ojala pueda volver a besarte de nuevo y sentirme bien. Quedar contigo en el parque y buscarte en lo recreos. Espero y deseo que todo se arregle.
Mariina.

5 oct 2010

Hallowen

HISTORIA PARA EL CONCURSO DE HALLOWEN DEL BLOG-http://una-chica-una-historia.blogspot.com/

          Una bruja. Exacto, una bruja. El supuesto disfraz de princesa oscura que mi hermana se había empeñado en hacerme, hacía que pareciese una bruja.  La falda negra hasta los tobillos estaba formada por sabanas negras hechas jirones. Varias de las telas estaban salpicadas de sangre artificial que la hacían parecer suciedad. Sobre el pecho llevaba un corsé negro atado con cordones violetas cruzados entre si. El pelo alborotado iba decorado con trenzas de varios colores que acompañaban mis rizos negros hasta la cintura. Para terminar de hacerme terrorífica para aquella noche de Halloween, mi hermana Claudia había oscurecido mis ojos verdes con perfilador negro, dándome un aspecto de gato. Y allí estaba yo. Frente al espejo de mi habitación, contemplándome.
-          debía de ser un disfraz grandioso.- me quejé.
-          Y es grandioso- se defendió Claudia.
Estaba orgullosa de su trabajo y pude verlo en sus ojos. De vez en cuando sacaba la aguja y arreglaba algo de mi falda o de mi corsé.
-          serás la princesa más oscura de la noche.
-          Sabes tan bien cómo yo que parezco una bruja asquerosa.
-          Solo porque tú quieres verlo como tal.
Sobre su cama estaba extendida la que sería mi capa. Se trataba de una capa de seda negra que rozaba el suelo y cubría todo mi cuerpo. Tenía una capucha que dependiendo de cómo la colocaras podías ocultar tu rostro de todo el mundo. Claudia se acercó y la recogió para ponérmela sobre los hombros y la cerró junto a mi cuello.
-          será una noche fantástica- dijo para intentar animarme, pero no estaba de humor. Le había dicho a todas mis amigas que iría de princesa oscura y no de bruja de pueblo.
Ella recogió su manta y se tapó con ella su vestido de mimo. Era curioso como le gustaba disfrazarse de cosas extrañas. Todos los años me sorprendía con un disfraz que no iba acorde con la temática de la noche, pero que la hacía muy especial.
-          Sara, no seas así vamos.
-          De acuerdo- asentí y salí de nuestra habitación rumbo a una estupenda fiesta.


La fiesta negra. Así la recuerdo. No se como algo como aquello pudo ser una fiesta para algunos, puesto que fue la peor noche de mi vida.

Mi hermana se integró con un grupo de chicos de su clase nada más llegar. Yo busqué con la mirada alguna cara conocida. La fiesta era oscuridad. Habían decorado las paredes con telas negras y luces rojas que le daban un aspecto terrorífico. Además el local contaba con varias de las típicas calabazas por no hablar de los patéticos murciélagos de goma. En el  centro una tarima donde varios chicos y chicas vestidas todas de negro bailaban. Seguí hacía el interior hasta que me topé con Violeta. Mi amiga de toda la vida. Sus ojos azules brillaban decorados por la purpurina plateada de las pestañas, y sus mechones rubios estaban recogidos en un moño en lo alto de la cabeza. Su disfraz constaba de unos pantalones cortos negros unos calcetines hasta las rodillas negros con agujeros y un corsé negro también con agujeros.
-          ¿exactamente de que vas vestida?- le susurré al oído.
-          No lo se.- rió. Dejando al descubierto sus dientes blancos que aquella noche resaltaban en la oscuridad.- pero he de decir que tu disfraz es una pasada.
-          Gracias- dije sonrojándome.- lo ha hecho…
-          Claudia, lo sé. Ayer vino a la tienda de mi madre a comprar corchetes que le faltaban. Dejó muy claro que sería un gran disfraz.
-          Bueno yo tenía en mente otra cosa.
-          Créeme pareces una princesa oscura.
En aquel momento sus palabras sonaron en mi cabeza como algo que decía para animarme. Sin embargo en algún otro lugar de la fiesta aquellas palabras rasgaron la poca seguridad que me quedaba en la tierra.
Después de terminarme la primera copa, sentí el mareo del alcohol en mi cabeza. Todos bailábamos al son de una canción bastante pegadiza. Violeta  charlaba con un compañero de clase junto a mí y bailaba al mismo tiempo. Al otro lado de la habitación veía a mi hermana junto a dos de sus amigas. Claudia se encontraba en medio con su disfraz de mimo, y las otras dos vestidas de vampiros. Una llevaba una capa roja hasta las rodillas sobre un traje de época. La otra vestía un vestido negro hasta los tobillos y una capa negra que revoloteaba. De pronto caía en que era imposible que la capa revoloteara. Hice un gesto a Violeta y me acerqué a mi hermana. Justo cuando estaba a menos de dos metros la cola de la capa se transformó en una figura humana.
Era un cuerpo horrible. Una figura vestida de negro para la ocasión jorobada y con un brazo más largo que el otro. Claudia y sus dos amigas no debieron darse cuenta de que estaba allí puesto que siguieron como si nada. Aquel hombre- si se le podía llamar así- tenía la cara desfigurada. Los ojos dentro de las cuencas como si se le hubiesen hundido, y sangre chorreándole de varios cortes en los pómulos. Abrió la boca y pude ver más de dos filas de dientes amarillos y rotos. No se como sucedió pero en menos de un segundo estuve frente a él empujada por una fuerza extraña. Puede que todo aquello fuesen efectos de alcohol pero incluso hoy sigo viendo esas imágenes en mi mente muy reales.
-          eres muy afortunada de que te haya encontrado tan rápido- dijo aquel montón de piel y huesos. Su voz era metálica y dolorosa en los oídos.- mucha, mucha suerte.

Un escalofrío me recorrió la espalda y comencé a sudar. Mi corazón latía veloz avisándome que algo iba a suceder. Mis manos temblaban y sudaban de puro nerviosismo. Busqué a Violeta con la mirada, pero el ser me agarró de la muñeca y tiró de mí. Su piel era pegajosa como un chicle. Después de aquello tendría que lavar mi brazo. El hombre me arrastró por un pasillo hasta una puerta cerrada.
-          suélteme- le espeté.
-          Estate quietecita, por tu bien.
-          He dicho que me suelte.
En ese momento la puerta se abrió. Su chirrido me perforó los tímpanos. Al otro lado de la puerta apareció una muchacha. Llevaba un vestido de época con el corpiño ajustado. La tela negra realzaba su piel blanca haciendo que pareciese muy pálida. Eso si es un vestido de princesa oscura- pensé-. Y lo que más me llamó la atención fue que cuando le vi la cara descubrí que era idéntica a mí. Sus rizos negros se separaban en dos coletas que le llegaban más allá de la cintura. Sus ojos verdes tan parecidos a los míos tenían un aspecto terrorífico. Se acercó a mí y me agarró del corsé. Con una fuerza asombrosa me arrojó al interior de la habitación. El hombre entró y cerró la puerta a sus espaldas. Caí contra una mesa rota y una de las patas se clavó en mi espalda. El golpe me dejó sin respiración. Con las manos intenté levantarme pero mi cuerpo cedió y volví a caer. Está vez no hice movimiento alguno sino que cerré los ojos esperando volver al mundo real.
-          levanta estúpida- dijo la muchacha.
-          No… no puedo.
-          Claro que puedes eso ha sido un golpecito de nada para ti.
Antes de que pudiese volver a moverme la chica me agarró del cuello y me alzó. Mis pies tocaron el suelo pero mis piernas no se mantenían firmes. Me agarré con las uñas a sus brazos en un intento de no caer. La chica chilló de dolor y luchó por soltarme. Las dos caímos esa vez ella encima de mí.
-          estúpida, estúpida- no hacía más que maldecirme.
La sangre chorreo por su brazo allí donde mis uñas se habían clavado. De Pronto su sangre me pareció la cosa más repelente del mundo. Su falda ocultaba mis piernas. La cara que puso al verse la sangre fue de completa incredulidad y dolor.
-          es más fuerte de lo que pensábamos.- dijo al hombre que nos observaba desde la puerta.
-          ¿qué estáis diciendo?- conseguí decir.
-          Tú. Cállate.- me gritó.
-          Debemos encontrarle ya.- el hombre la miraba preocupado.
La chica se levantó y retiró su peso de mi cuerpo. Fue un alivio volver a sentir las piernas.     
-          bueno no tenemos mucho tiempo- su mirada era franca y segura- ¿dónde está?
-          ¿dónde está quién?- pregunté asombrada.
-          ¿quién va a ser? Rafael, tonta.
Todo aquello sonaba a chino, nada cuadraba en mi cabeza. Tal vez me estaba volviendo loca. O a lo mejor me había pasado con el alcohol, y ahora estaba tirada por ahí soñando tonterías. Pero el dolor de mi espalda era demasiado real.

Un golpe sordo sonó al otro lado de la puerta. Los dos miraron sorprendidos hacia ella. El hombre abrió la puerta y allí apareció Violeta.
La imagen de lo que allí se encontró debió ser de lo más pintoresca para ella. Sin embargo no se inmutó, sino que se quedó mirando a la muchacha.
-          sois… - parecía que buscaba la palabra indicada para hablar.- sois idénticas.- susurró.
-          Vaya- dijo la muchacha- Sara veo que no nos has presentado.
Dio unos cuantos pasos hasta que llegó junto a Violeta.
-          Hola- le tendió la mano- soy  Lara, la hermana gemela de Sara.
-          ¿QUÉ?- dijimos Violeta y yo a la vez.
-          Si. Veo que tu tampoco lo sabias. Te lo ocultaron muy bien.
-          Lara no tiene ni idea. Deberías explicárselo- le dijo el hombre.
-          Por supuesto. Pero primero haremos algo mejor.
Metió la mano en un bolsillo de su vestido y extrajo un puñal. La hoja brilló al reflejar sus ojos y de pronto la vi mortífera. Dirigí la vista hacia Violeta y no me gustó nada lo que vi. Aquel esperpento agarraba a Violeta por la espalda y la tenía inmovilizada. Ella forcejeaba, pero la piel adherente de aquel hombre se pegaba a cada célula de su cuerpo. Intenté apartar la mirada pero algo me obligaba a ver. Con mucho cuidado empecé a levantarme pero mi cuerpo no respondía. Luché contra el suelo para incorporarme y no había manera. Lara se acercó a Violeta y le clavó el cuchillo en el cuello.
-          muere.

Dejó de forcejear y su cuerpo se quedó flácido mientras la sangre huía de su cuerpo. Sus ojos se volvieron vidriosos y cada segundo de su vida desapareció. Las lágrimas comenzaron a nacer en mis ojos. Se había dio, mi amiga se había ido. De pronto quise que me mataran a mí también. Lo desee con todas mis fuerzas, aunque sabía que no lo harían. Me arrastré por el suelo intentando llegar donde yacía el cuerpo sin vida de mi amiga. Sentí un tacón q se me clavaba es la cadera y desee no haber ido a aquella absurda fiesta.
-          ¿adonde crees que vas?- me dijo mi hermana gemela.
-          Déjame ir.
-          No- sonó como una orden. No pude seguir arrastrándome con su peso encima, así que rodé sobre mi misma quedando libre de su pierna.
Me incorporé ignorando el dolor de mi cuerpo y corrí hasta el hombre asqueroso. Le propiné una patada en la cara que lo tumbó de inmediato. Abrí la puerta y salí al pasillo.
-          Lot- dijo Lara- que se escapa.
La música rugía y hacía vibrar todas las paredes del local. El pasillo estaba a oscuras. Aunque las costillas seguían doloridas corrí hasta llegar donde estaba todo el mundo. Los adolescentes de mi barrio bailaban disfrazados de monstruos sin saber que unos metros atrás había dos verdaderos. Me abrí paso entre la gente a empujones. Varios chicos se giraron para ver quien era.
-          Sara, espera.- alguien me agarró fuerte por la espalda.
Me giré para defenderme de mi atacante, esperando encontrarme a Lara o a Lot. Pero vi algo mucho mejor. Mi vecino había acudido, con un traje de príncipe negro. No podía ser, debía ser una broma y una de muy mal gusto. Se me partió el corazón al verlo tan hermoso. El traje le sentaba de maravilla y yo… yo debía salir corriendo de allí. Con cada segundo que pasase allí en vez de salir corriendo perdía la oportunidad de escapar.
-          Luis- dije- debo irme
-          ¿tan pronto?- preguntó.
-          Si, lo siento.
-          Vamos si te acabo de encontrar, me debes un baile.
-          No puedo ahora.
Hice ademán de soltarme, pero me agarró más fuerte. Sacudí fuertemente el brazo y estiré.
-          de acuerdo pero me voy contigo- dijo Luis al ver que no cedería.
Me tendió la mano y la aferré como si fuese lo único que me quedase en el mundo. Cubrimos el espacio hasta la puerta en menos de un minuto. Aunque sabía que era una tontería al cruzar la puerta me invadió una sensación de bienestar, como si todo lo malo de aquella noche se hubiese quedado encerrado allí.
-          Sara ¿te pasa algo?- me acarició los pómulos- tienes el maquillaje corrido.
-          Vámonos a casa.- ni siquiera pude mirarle. Las lágrimas renacían de nuevo.
-          ¿qué ha sucedido?- su mirada transmitía confianza, pero no le podía decir nada.- ¿Por qué hemos salido así?
-          Por favor vámonos -dije aún llorando.
-          Aún nos queda retomar lo del otro día- dijo sonriendo.
Sujetó mi barbilla con su mano y la alzó para que le mirase. Le sentí tan cerca, pero yo no estaba para aquello, aún así me deje llevar por el calor de su cuerpo. Nuestros labios casi se rozaban cuando…
-          hermanita, no sabía que fueses tan rápida.
El tiempo se detuvo. Mi corazón dejó de latir y el pánico me invadió al reconocer mi voz aguda en la noche. Mi hermana se encontraba allí.
Me di la vuelta para verla de frente y plantarle cara. Su sonrisa era amplia y maliciosa.
-          ¿qué pasa?- rió- me juego el cuello a que no esperabas verme tan pronto.
Luis se interpuso entre nosotras ocultándome de Lara.
-          ¿quién eres?- tartamudeó al ver su rostro- eres…ere-s igual qu-e ella.
-          Obvio, soy su hermana gemela.
-          Tú no eres mi hermana- chillé.
-          Lo soy y debes aceptarlo.
-          Mi hermana jamás mataría a mi mejor amiga.
-          No una hermana normal- se paseó alrededor nuestra- pero yo soy tu gemela oscura. He nacido para destruirte.
Con un movimiento rápido esquivé a Luis y me encontré a dos centímetros de ella. Sus ojos idénticos a los míos se veían seguros y fuertes, mientras que yo me sentía débil.
-          ¿Qué quieres decir?
-          A eso quiero llegar yo hermanita.- su brazo fue rápido, pero no lo suficiente puesto que esquivé su puño antes de que golpease mi cara.- no me puedo creer que Rafael te lo ocultara durante todo este tiempo.
-          Si al menos supiese quien es.
-          Lo sabes. Debo encontrarle y tú me llevaras a él.
-          Y ¿por qué debería hacerlo?
-          Ya he matado a tu amiga y no encontrare ningún problema en matar a tu novio.
El pánico regreso a mi cuerpo al recordar a Luis, y saber que lo había puesto en peligro al dejar que viniese conmigo.
-          no me harás nada.- Luis me rodeó la cintura y me atrajo hacia él con ademán protector, aunque yo sabía que de poco servía eso.
-          Eso ya lo veremos.
Saltó sobre nosotros como si fuese una gata. Con las manos hizo un cuenco donde apareció un líquido rosa. El líquido impactó en la cara de Luis y este comenzó a chillar. Miré su cara y vi que el líquido le estaba destruyendo las facciones. Como si fuese líquido corrosivo la sustancia rosa dejaba a su paso por su cara destrucción de su belleza.
-          Luis, Luis – se derrumbó y lo sostuve con mis brazos a su alrededor.- tranquilo- le susurré.
Lo recosté en el suelo y me erguí para ver a Lara, pero ya no estaba allí. Era como si se hubiese unido a la noche del mismo color que su vestido. Inspeccioné la zona pero no había ni rastro de ella ni de Lot. Me acerqué a Luis y observé que el algunas zonas el líquido había desaparecido dejando heridas y magulladuras visibles. Con la poca fuerza que me quedaba lo alcé en brazos y salí de allí. Pensé en buscar un lugar seguro pero no se me ocurrió ninguno así que lo llevé a mi casa. La casa estaba vacía. Mi hermana seguía en la fiesta y mis padres habían ido a casa de unos amigos a cenar.
Deje a Luis en el sofá y me apresuré a cerrar todas las puertas y ventanas de la casa. Aunque sabía que eso no les detendría. Todo aquello era una absurda locura, pero el miedo calaba mis huesos haciéndome saber que era real. Me senté en una silla de la cocina. Necesitaba respirar. Pude pensar con claridad una vez que mis pulmones se llenaron de aire. En el botiquín del baño encontré algodón, alcohol, yodo…  Luis se retorcía de dolor en el sofá, con un algodón mojado en alcohol le limpié el líquido de la cara.

Su cara ya no era la misma. Se había convertido en un ser como Lot. Grité, mis pulmones expulsaron todo el aire que me quedaba en el cuerpo dejándome inconsciente.

Un golpeteo me despertó. Con mucho cuidado abrí los ojos y comprobé que Luis ya no estaba en el sofá. El golpeteo seguía sonando a mi derecha. Me volví. Eran los pasos de Luis que andaba inquieto a mí alrededor con su nuevo rostro desfigurado. Ya no era el de siempre, su mirada se había vuelto fría y calculadora y la sonrisa se había borrado para siempre de su rostro.
-          lo siento Sara.- me dijo.
-          ¿qué sientes?
-          Lo que estoy apunto de hacer.- sus ojos se tornaron tristes u segundo.
-          No lo hagas.
-          Debo hacerlo, ella me obliga.
-          ¿Lara?
-          Es mi señora.
-          Rebélate Luis, por favor.
No quiso seguir escuchando, pues me cogió en brazos pese a mis protestas y me llevó a la habitación de mis padres. Al entrar allí pude ver a Lara vestida con mi ropa sentada sobre la cama. Era increíble lo  iguales que éramos. Llevaba puesto mis vaqueros ajustados negros y una camiseta gris oscura con escote de barco. Se había peinado los rizos negros en una cola y adornaba su cuello con un colgante del que pendía un frasco de cristal negro.
-          gracias por traerme a casa- dijo riéndose- nunca la habríamos encontrado sin tu ayuda.
Se levantó de la cama y se acercó a nosotros. Con su mano derecha acarició el frasco que pendía de su cuello.
-          ¿sabes que es esto?- al ver que no respondía siguió- no ¿verdad? Bien te lo diré, al fin y al cabo tienes derecho a saberlo. Cuando nosotras nacimos nuestros padres se asustaron mucho. En nuestra familia que haya gemelas es una mala señal.
-          ¿Qué quieres decir?
-          Las brujas de los bosques que tienen gemelas estarán malditas ellas y sus familias traerán la destrucción.- al ver mi cara sorprendida sonrió- la gente de las aldeas nos decían princesas oscuras.
-          Princesas oscuras- susurré.
-          Así es. Rafael tendría que haber sido tu padrino pero al ser dos decidió abandonarme.- algo parecido a la tristeza apareció en sus ojos- me llevó al río y me dejo a la deriva. Una bruja mucho más poderosa que nuestra madre me encontró y me crió. Fue –remarcó mucho la palabra- la única madre que tuve. Y él cuando lo supo la mató. Su destino era dejarme morir pero yo soy fuerte y salí adelante. He vuelto para haceros pagar por todo.

Luis nos miraba. Lara seguía acariciando el collar que pendía de su cuello.
-          aquí, mi querida hermana pasaras el resto de la eternidad.
Volvió a sacar el cuchillo pero para cuando fue a cortarme yo ya había salido de la habitación. No sabía que podía correr tan rápido. Bajé las escaleras a una velocidad record y entré en la cocina. Con una silla atasqué la puerta. Rebusqué en los cajones algo con lo que poder defenderme. Saqué un cuchillo para carne y lo introduje en el cinto que me sujetaba la falda.
Me llegó música del salón, música que quedaba perfecta para la ocasión pues era de película de miedo. La única manera de salir de allí era por la ventana de arriba del fregadero. Tendría que subir a la encimera. Rajé la parte baja de mi falda para poder moverme con agilidad y me quité los tacones. Me subí al fregadero y abrí la ventana. Impulsándome con el fregadero pasé mi pierna derecha a través de la ventana. Tomé aire y saqué todo el cuerpo. Sentí la hierba del jardín bajo mis pies desnudos fresca y suave. Me oculté detrás de uno de los matorrales para observar la casa. Un brazo muy fuerte me elevó y me sacó de mi escondite. Luis que estaba más encorvado me lanzó contra mi hermana que se encontraba en la entrada.
-          no lo intentes.
Abrió el frasco y me tocó la cara con la mano. El mundo dio vueltas a mí alrededor y pronto comencé a girar.  Un torbellino de nubes negras se formó a mí alrededor. Intenté agarrarme al suelo pero la hierba se soltó bajo mis manos. De pronto me vi rodeada por paredes de cristal negras y me golpeé con ellas. A través del cristal podía ver a Luis en mi jardín pero como si yo fuese del tamaño de su dedo. Entonces caí en la cuenta, me encontraba dentro del frasco de Lara. Chillé y aporreé las paredes con toda la fuerza que pude intentando salir de allí.

Todos mis esfuerzos eran en vano. Pronto me quedé muy quieta dentro de aquella cárcel de cristal.
-          yo te condeno a estar siempre presa en este frasco formado por todo mi odio.- susurró Lara al frasco.
Las lágrimas pronto llenaron el suelo del frasco empapándome entera. Estaba condenada a pasar lo que me quedaba de vida allí dentro. Solo la idea ya hacía que mi cabeza diese vueltas. Pero lo peor fue cuando Lara curó a Luis.
-          tranquilo, no te quedará marca.- juntó sus manos y las posó sobre la piel rugosa del chico. Una luz plateada apareció y ocultó su cara.
Para cuando mi hermana retiró sus manos Luis volvía a ser el de siempre, o incluso más hermoso. Él le dio las gracias y  luego… la besó. Sí. La besó. El dolor que me invadió fue enorme y agobiante. Sentí el impulso de volver a golpear aquellas paredes de cristal que me encerraban aunque sabía que no servirían de nada.

Estuvieron besándose hasta que dos horas más tarde llegó Claudia. Andaban zigzagueando a causa del alcohol. Lara le tenía preparado algo muy especial. Cuando ella se acostó en el sofá Lara entró por la puerta. Llevaba puesto el pijama favorito de Claudia elegido para la ocasión. Se cercó con cuidado a ella y empezó a cantarle al oído una canción de cuna que a la que mi hermana le tenía pánico. Claudia se revolvió en sueños al reconocer aquella canción y pronto abrió los ojos. Casi se cae del susto al ver a mi gemela, debió conocerla antes de que la abandonaran por que susurró.
-          Lara.
-          Exacto.
Antes de que mi hermana pudiese gritar le rajó los labios salpicando el sofá de sangre. Claudia emitió un ruido de dolor. Se revolvió y lo único que consiguió fue que Lara le rajase las palmas de las manos. Después de un rato de lucha Claudia cayó rendida con todo el cuerpo ensangrentado aunque todavía seguía viva. El suave ascender y descender de su pecho me daba esperanzas de que pudiese salir de allí y salvarse.
Lot apareció de la nada junto a Luis y ayudaron a mi hermana a mover el cuerpo inconsciente de Claudia. Le ataron hilos a las manos la cabeza y los pies y la sentaron sobre el sofá como si estuviese viendo la tele aburrida. Lot se subió a la estantería con todos los hilos en la mano y se sentó. Al cabo de media hora escuche el sonido de los tacones de mi madre. Tres personas entraron el la habitación, papá, mamá y el tío Víctor. En ese mismo instante supe que aquel era Rafael porque el cuerpo de Lara se tensó al verlo y adoptó una postura felina. Dejaron los abrigos en el perchero de la puerta y mamá se acercó al interruptor para encender la luz.
Tal fue el chillido que salió de su boca que las paredes del frasco vibraron. El cuerpo ensangrentado de Claudia empezó a moverse como si fuese un títere movido por los hilos que Lot sujetaba. Mis padres retrocedieron y Lara entró en escena.
Con andares de princesa se situó en el centro del salón sonriendo a sus padres.
-          me alegro mucho de volver a veros.
-          Lara- susurró Víctor
-          Así es Rafael. Y adivina qué. He venido a vengarme.
Luis entró por la puerta de la cocina y tumbó a los tres con un fuerte golpe. De pronto con un movimiento de las manos de mi hermana tres cuerdas aparecieron del techo apresando a mis padres y a mí tío. Los dejó colgando bocabajo mirando hacia el sofá donde se encontraba mi hermana.
-          lo primero- dijo como si representase una obra de teatro- os enseñaré lo que es ver como asesinan a la persona que más quieres.
Dicho eso degolló a Claudia con un corte limpió. La sangre volvió a brotar inundando todo el salón del líquido escarlata. Después se acercó a mis padres y les hizo cortes muy profundos en los brazos y en las piernas.
-          así moriréis juntos viéndoos el uno al otro hasta el último momento.
Me levanté del suelo de mi celda y empecé a aporrear las paredes con toda mi fuerza descargando fuertes golpes en el cristal.
-          mamá, papá- chillé, pero ellos no podían oírme.
Sus ojos se fueron cerrando y la sangre de su cuerpo empezó a gotear. Sus últimos segundos de vida se vieron manchados del dolor de ver morir a su hija y a su pareja. Pobres papá y mamá.
-          y a ti te espera lo mejor.- se dirigió hacia mi tío.- después de ver morir a toda tu familia, serás castigado. Es curioso todo aquello por lo que luchaste durante tantos años lo he destruido en una sola noche.
-          Eres peor de lo que imaginaba. Debería haberte matado cuando pude.
-          Es verdad, pero no lo hiciste y ahora pagarás por ello. He oído decir que el dolor más profundo es morir en la hoguera. ¿qué hacemos? ¿lo probamos?
Dio una vuelta teatral y salió de la casa. Tras ella salieron Lot y Luis que le prendieron fuego al salón con dos antorchas.
-          venga todavía nos queda una cosa por hacer.
Ya nada podía ser peor que aquello. Mientras nos alejábamos podía escuchar los alaridos del tío mientras ardía en las llamas. Ya no podía chillar más y tenía las piernas y los brazos doloridos de tanto aporrear el cristal. Caminaron y caminaron durante horas fuera de la ciudad. Pude ver como se hacía de día en Alicante y como volvía a oscurecer. Se dirigían a la costa. Al menos tres horas después de que anocheciera, llegamos a un acantilado junto al mar desde donde podía verse la ciudad a lo lejos, con su castillo iluminado.

Lara se acercó a Luis y lo besó en los labios mientras me depositaba en su mano. Cuando el beso terminó Luis miró sorprendido el frasco de su mano.

-          lánzala al mar.
-          Lara no crees que es demasiado.
Lara lo condujo hasta el acantilado donde lo abrazó. El cuerpo de Luis se desestabilizó cuando la daga perforó su estomago y caímos al mar.
Lo último que escuché antes de sumergirme en el océano para siempre fue.
-          no querido. No es demasiado.
Se ha abierto el plazo del concurso para las hitorias de terror, yo he presentado esta historia. Esper que guste y que me voten.


3 oct 2010

cap 5

5

El agua caliente salía de la ducha, retirando la sal de mi cuerpo blanco. Eché hacia atrás la cabeza para que el agua me gotease por la espalda. El agua del mar me había dejado pequeñas costras de sal en la piel dibujando flores. Con el jabón retiré aquellos misteriosos dibujos salados y luego me sequé con una toalla. Mi habitación estaba perfectamente recogida y sobre la cama había una blusa roja semitransparente y una falda negra. Me vestí y sequé mi pelo negro con la toalla. El agua del mar había debilitado el tinte y lo había aclarado ligeramente. Escuché risas en el piso de abajo. Con un chasquido de mis dedos la puerta del baño y el espejo desaparecieron dejando la verde pared desnuda ante mí. Corriendo bajé las escaleras hasta llegar al primer piso.
Allí vi a Rosa con un Clisses negro hasta los tobillos con bordados amarillos que formaban una luna a la altura de su pecho. Detrás de ella se encontraba Raúl vestido también con la ropa sagrada de los sidazes. Por último entró por la puerta Irusail. Tenía tantas ganas de verle. No me había permitido a mi misma pensar mucho en él pero ahora que le tenía delante sentí el impulso de abrazarlo. Silvia debió tener el mismo puesto que se abalanzó sobre él, haciendo que soltase las maletas que agarraba. Él le devolvió el abrazo y yo me revolví inquieta. Al fin la apartó y me vio. Su cara se iluminó y sonrió. Soltó el resto de maletas y vino hacia mí. Sus brazos rodearon mi cintura y me elevaron. Yo rodee su cuello y lo sentí cerca, muy cerca. Tan solo estuvo fuera cuatro días pero lo había echado en falta. Me bajó al suelo y me soltó pero pegó sus labios a mi oreja y susurró.
-         ¿me has echado de menos princesita?
-         Por supuesto.
Su sonrisa era cegadora. Me sentía tan feliz de tenerlo allí de nuevo. Llevó las maletas a la habitación que le correspondía a él y a su familia mientras yo comía.


Volver a estar allí. No había pasado nada de tiempo desde que me fui, pero mi corazón me decía que debía volver. Y por supuesto estaba el hecho de verla a ella. Fue lo primero que busqué cuando llegué, pero Silvia se abalanzó sobre mí. En otras circunstancias la habría echado de menos, pero solo Isil había ocupado mi mente aquellos días. Cuando la vi observándonos a Silvia y a mí, la abracé con tanta fuerza como pude. Tanto fue así que la levanté del suelo. Ella me devolvió el abrazo. Fue como si ella me hubiese extrañado tanto como yo a ella. Como si nos necesitásemos.
Luego ella se marchó a comer y yo a la habitación doble que compartía con tía Rosa y con Raúl. La habitación era enorme y preciosa. Estaba formada por una habitación principal donde dormiríamos Raúl y yo, un baño y otra habitación un poco más pequeña para la tía Rosa. Ayudé a mi padre a colocar las cosas y luego coloqué las mías. Después de dos horas aquello era nuestra habitación. Así que salí en su busca para estar a solas con ella.
La encontré en el salón viendo con Ester la televisión. Su piel ya no era tan blanca, había cogido un poco de color. Seguramente habría estado bajando a la playa. Saltó del sofá en cuanto me vio y se acercó a la puerta del salón.
-         me preguntaba si querrías dar un paseo.- le dije poniéndole detrás de la oreja un mechón de pelo negro.
-         El camino de los acantilados es un buen lugar. Respondió.
Salimos de aquel palacete donde había tanta gente que pudiese vernos. Cuando nos encontramos lejos de la casa pasé un brazo alrededor de sus hombros. Durante un rato no nos dijimos nada nos bastó con mirar a ese bonito mar del color de sus ojos. Nos sentamos en un saliente de roca y contemplamos el mar. Bueno en realidad yo la contemplaba a ella. Era igual que el mar, sin duda en aquel momento se encontraba tranquila y suave y su pecho subía y bajaba de la misma manera que las olas que acariciaban el acantilado. Era una de las pocas veces que llevaba el pelo suelto y el aire jugaba con el formando figuras de seda negra. La blusa roja se le transparentaba dejando al descubierto un sujetador de encaje rojo y unas pequeñas bolas plateadas en la barriga. Presté más atención a ellas y pude ver que se trataba de un piercing.
-         ¿Qué miras?- preguntó entre risas.
-         No sabía que llevaras un piercing.
-         Si bueno, una que hace locuras.
-         ¿Cómo que locuras? ¿tienes más de esos?
-         No exactamente.- y se bajó la manga de la blusa mostrando el hombro desnudo. Pude ver una rosa dibujada en la piel. Era un tatuaje. Era como si la rosa siempre hubiese estado allí, como si fuese una marca que la definía.

Él observó mi tatuaje durante un rato e hizo algo que no me esperaba. Se acercó más a mi hombro y besó la pequeña rosa roja y negra de mi hombro. Pegue un brinco sorprendida al sentir sus labios sobre mi piel. El se irguió y me atrajo hacia él. Me giró sobre misma y besó la punta de mi nariz. Luego acarició co sus labios mis parpados y mis mejillas. Cerré los ojos con fuerza sintiendo mi cuerpo lleno de magia y deseo. Por fin nuestros labios se encontraron. Se cerraron fuertes sobre mi boca y me agarró con fuerza. Nos besamos dulcemente con miedo a romper lo que había entre nosotros y movidos por el deseo que nos consumía desde dentro.
Mi pierna comenzó a vibrar, Irusail se separó de mí pero no me soltó. Me miró divertido y entonces comprendí que lo que vibraba era mi móvil. Lo saqué del bolsillo de la falda y contesté.
-         ¿diga?- dije enfadada.
-         ¿Isil, eres tú?- la voz de Marco me llegó desde el otro lado.
Tragué saliva. Marco. Esto iba a ser difícil. Muy difícil.
-         si soy yo dime
-         ¿Cómo que dime? ¿Dónde estas? Hace dos semanas que no se nada de ti. Me tenias muy preocupado.
-         Lo siento Marco- Irusail me miraba al desconcertado.- es que he tenido problemas familiares. Estoy fuera de la ciudad y no pude avisarte de que me iba.
-         Claro. Pues por lo menos me podrías haber llamado al llegar he estado muy asustado- su voz estaba realmente alterada.
-         Ya te he dicho que lo siento. No puedo hacer más. Ya hablaremos cuando vuelva.
-         ¿Dónde estas?
-         No puedo decírtelo
-         Isil, no estoy para tonterías.
-         Yo tampoco, así que…- Irusail me arrebató el teléfono de las manos.
-         Perdona pero Isil está muy ocupada en este momento. Ya te llamará en cuanto pueda.-colgó el teléfono y se lo guardó.
Supe que hoy no llamaría a Marco y seguramente mañana tampoco. Dejé que el me acercase a sí. Nuestros cuerpos quedaron pegados y él me acarició la cara con las yemas de los dedos.
-         ¿por donde íbamos?- sus brazos me rodearon de nuevo- creo que por la parte que…
Me besó, pero con fuerza. Dejando claro todo y a la vez no dejando claro nada. No pude seguirle está vez no. No después de lo que había pasado con Marco. Irusail lo notó porque dejó de besarme y me miró. No tenía ganas de hablar de ello así que enterré mi cabeza en su pecho u le agarré fuerte temiendo perderlo. No me apartó, simplemente dejó que lo abrazase. Como no, me puse a llorar. No, no tenía sentido llorar. Marco era mi novio no Irusail. Era con él con quien debía estar. Pero tenía tantas ganas de besarle, de verle, de abrazarle… nunca había sentido por Marco lo que sentía por él y eso me hacía daño. No fui consciente de que volvía a besarle ni de que nos movíamos hasta que nos encontramos en mi cama. Simplemente le besé y me besó. Para cuando intenté llegar más lejos el me agarró fuerte la muñeca y me abrazó de nuevo. Nos dormimos en aquella habitación el uno junto al otro buscándonos en la oscuridad.

Un brisa marina entró por la ventana. Tuve frío a través de la blusa. Él se encontraba frente a mí. Con una mano me rodeaba la cintura y la otra acariciaba mi pelo. Sus ojos verdes me miraban buscando lágrimas en mi cara. Lágrimas que ya no derramaba.  Quería sonreírle pero no pude. Intenté decirle que estaba feliz de que estuviese conmigo, pero el nudo en la garganta me lo impidió. No tuve que decir nada. Porque Irusail habló y lo que dijo absorbió mi mente.
-         hoy te entregaras al Luipa.
Todo lo que dijese ya no lo escucharía solo podía pensar en el río y encontrarme con sus aguas subterráneas.
 El día pasó como si fuese un sueño que observara desde fuera. Todo el mundo me dijo lo importante que era ese día y lo poderosa que sería después de aquello. Pero yo sentía miedo. Estaba aterrorizada. El pánico me inundaba el cuerpo. No me molesté en fingir normalidad. Nadie me reprochó por ello. Por la noche ya estábamos en Lucentum.
Bajo una de las antiguas casa donde lo romanos habían vivido hace tantos años, encontramos la entrada. Efectivamente estaba en ruinas. Tardaron al menos una hora en poder abrir de nuevo aquel agujero. Descendimos por él a una cueva oscura. Laura y Ana me arrastraron a un lado de la cueva donde había un biombo. Me obligaron a ponerme un vestido blanco de estilo medieval muy ceñido al cuerpo y una tira de seda blanca atada a las muñecas. El otro lado de la cueva había cambiado mucho. La había llenado de velas y de flores. Mi abuela me tendió la mano y me acercó a la orilla del río.
Cuando el agua acarició mis tobillos quise más. Entonaron una canción. En un idioma que no reconocí, la canción sonó en mis oídos justo antes de sumergirme. Pensé que el río no sería muy profundo pero me equivoqué. El agua me arrastró hacia el fondo. Pensé que me ahogaría pero sentía los pulmones llenos de oxígeno. Mi vestido comenzó a moverse y mis piernas se unieron formando una sola que se convirtió en cola. Quise grita pero el agua impidió que el sonido saliese de mi boca. El agua formó un torbellino a mí alrededor.  Imágenes del río en todas las cuevas por el mundo afloraron en mi mente como si fuesen un documental. Seguí dando vueltas en aquel torbellino de agua mágica hasta que salí a la superficie.

Todos estábamos muy tensos. Cantábamos la canción del ritual para invocar al río. Isil desapareció entre las aguas oscuras del Luipa. Estuvo sumergida casi una hora. Nadie había tardado nunca tanto. Quería lanzarme a por ella y sacarla de allí pero sabía que ella ahora estaba en manos del río. Al fin emergió.
Lo primero que vi fueron unos rizos castaños. Su cabello había vuelto a su estado natural. Los ojos eran más grandes que nunca y las ojeras se le veían verdes. Una mirada de miedo le cruzó el rostro. Entonces supe que podía vernos tal y como éramos. Luego se miró, recubrió sus uñas verdes pudo comprobar que todas las cicatrices de su cuerpo eran del mismo color. Salió del agua arrastrando la cola mojada de su vestido. El vestido empapado se volvió transparente y pude ver que su tatuaje permanecía intacto en su hombro derecho. Claudia dio un paso al frente y se acercó a ella. Con sumo cuidado se arrodilló frente a su nieta y agachó la cabeza. Todos repetimos el mismo gesto y nos postramos ante nuestra princesa.
-         o vamos. Levantaos. No seáis imbéciles- y rompió a reír y con ella todos.
-         Isil ¿te encuentras bien?- preguntó Claudia.
-         Si lo único que os veo verdes.
-         Es como somos. Nuestra sangre es mágica y por eso todos los signos de nuestro cuerpo son verdes. Los labios, las ojeras, los golpes y los moratones.
Claudia tomó la mano de su nieta y la alzó, en el antebrazo derecho de la joven brillaba una cicatriz verde pistacho.
-         ¿ves?- dijo sonriendo- seguro que no era así como la recordabas.
-         Sinceramente no.
Una chica morena se acercó a ambas con una bata de seda en las manos.
-         debéis taparos. El agua del río se enfría antes que cualquier otra.
-         Como vuelvas a llamarme de usted, te juro que te mato aquí mismo.
La chica retrocedió asustada pero Claudia la detuvo con una mano.
-         no lo dice enserio- dijo sonriendo- puedes tutearle.
La chica avanzó hasta Isil y le colocó la bata de seda sobre el vestido. El grupo de gente se fue dispersando. Todo el mundo quería bañarse en el Luipa, era un milagro que estuviésemos allí y pudiésemos tocar su agua verde. Pronto el río estuvo lleno de sidazes, pero la familia real se mantenía a un lado observando a la princesa. Me acerqué a ellos y me integré. Silvia también se encontraba allí. Cuando estuve lo suficiente cerca escuche a Isil hablar sobre su experiencia.
-         pero abuela me salió… cola.- la expresión de Claudia era divertida, a diferencia de su nieta que seguía asustada.
-         Es normal. Los sidazes de la corte del Mar tenemos ese poder.
-         Dime que son alucinaciones que me produce el río. Dímelo.
-         No, no lo son. Cuando tu estés en el agua y te concentres podrás realizar el cambio y convertirte en sirena.
-         Estoy soñando.
-         No. Eres una sidaz, si pudiste entender eso debes entender tu transformación.
-         ¿somos los únicos?
-         No se que quieres decir.
-         ¿Todos los sidazes se convierten en sirenas?
-         Solo los de la corte del mar- y añadió- pero los de la corte del cielo pueden fabricar alas de águila y vista de la misma. Y los de la corte de la Tierra se convierten en perros.
-         De ahí la leyenda de los hombres lobo.
-         Exactamente.
-         Y los de la corte real marginados ¿no?
-         No, ellos pueden elegir cuando nacen en que quieren convertirse.
-         Bueno supongo que a estas alturas no debería sorprenderme.
Se marchó detrás del biombo y arrojó el vestido blanco. Cuando volvió al grupo llevaba solo la bata de seda, marcando todas las curvas de su cuerpo. Caminó hasta colocarse en el centro del círculo y habló.
-         entonces ¿ya esta?
-         No- el murmullo de su abuelo fue apenas perceptible.- todavía queda algo más.
Silvia sacó de una bolsa una bonita caja de plata y se la tendió. Cuando Isil la abrió todos nos quedamos maravillados. Con muchísimo cuidado lo extrajo y lo mostró. Se trataba de un tindri precioso. Era una piedra negra redonda bien pulida y en el centro la estrella de mar. El collar brillaba y debajo de la estrella se podía distinguir un ojo verde perfectamente dibujado. El sello real.
-         ¿Qué es esto?- intentó sonar autoritaria pero se le quebró la voz y yo supe que era de la emoción que el tindri le producía.
-         Es un tindri.
-         Un ¿qué?
-         Es un amuleto que canaliza tu poder. Todos llevamos el nuestro- dije y le enseñé la hebilla de mi cinturón donde había un estrella de mar.- nos identifica. ¿ves esto?- y señalé el ojo- es el sello real, significa que eres una princesa y esto- y señalé la estrella- que eres de la corte del Mar.
Ella nos miró a todos mientras le enseñábamos todos nuestro tindri. Cuando todo el mundo le hubo enseñado el suyo, se colgó el colgante al cuello.
-         ¿tengo que hacer algo más?- preguntó. Hice ademán de responder pero algo nos interrumpió.



Con lo nerviosa que estaba. Podía sentir los latidos de mi corazón en los oídos. Necesitaba salir a gritar. Pero no pude. De pronto unos ladridos nos interrumpieron. Varios perros entraron y se abalanzaron sobre nosotros. Varios de los sidazes intentaron salir del Luipa pero los perros los agarraron.
-         hay que sacar a Isil de aquí.- gritó una voz a mi espalda.
Unos brazos fuertes me agarraron por detrás y me alzaron. Salimos corriendo por el agujero en la roca y corrimos hasta llegar al principio de la ciudad. Moisés me dejó en el suelo.
-         ¿puedes correr?- asentí y seguimos corriendo hasta llegar a los coches.
Con nosotros venían Laura y Juan. Subimos a la furgoneta y Moisés arrancó. No sabía nada de lo que acababa de ocurrir, ni sabía donde estaba mi abuela, mi abuelo, Silvia e Irusail…


Eran perros. Perros de verdad no sidazes de la Tierra. Lo descubrí cuando intenté usar mi tindri para devolverle la forma humana a uno de ellos. El perro me mordió y el brazo comenzó a sangrarme. Le clavé la hebilla del cinturón junto a la oreja e hice un movimiento con la mano que lo lanzó por lo aires. Muchos sidazes corrían como locos intentando deshacerse de los lobos. Busqué a Isil con la mirada pero no la encontré. Una mano me asió fuerte de la camisa y tiró de mí. Choqué contra la pared y caí sobre varias velas que me quemaron la ropa.
-         shh- Silvia me ayudó a levantarme y señaló hacia un lado de la cueva.
Mi abuelo y David observaban la escena tranquilamente junto a la entrada de un túnel, por el que habrían entrado. Javier llevaba en el cinturón una pistola y varios cuchillos bastante afilados. Pero su expresión me demostró que no tenía intención de usarlos. Me pegué a la pared y seguí a Silvia hasta la entrada de otro túnel. De pronto volví a recordar que Isil estaba allí y salí corriendo hacia la multitud.
-         no- me avisó Silvia
-         tengo que encontrarla- fue casi una suplica
-         Moisés se la llevó. Ella está a salvo.
Dejé que me introdujese por el túnel. Si Isil estaba a salvo todo lo demás carecía de importancia. Salimos a la ciudad por un agujero en el techo del túnel. Lucentum parecía una triste silueta dibujada sobre la noche. Se oían los gritos de la cueva y el murmullo del Luipa para proteger a sus sidazes. Imaginé una escultura en aquella zona y la materialicé. La colocamos sobre el agujero y huimos de allí con la noche pisándonos los talones. Cuando llegamos a los coches comprobé que faltaban al menos tres. Recé para que en uno de ellos estuviese la princesa yendo a ponerse a salvo. Mi coche seguía allí negro fundiéndose con el cielo oscuro. Entramos en él y encendí el motor. Me dirigí hacia ninguna parte, lo primero que se me ocurrió fue conducir hasta mi casa, pero podrían rastrearla así que conduje a casa de Silvia.


Desperté en el coche. Laura estaba sentada a mi lado. Su cabeza descansaba sobre la ventanilla y dormía profundamente. Debía ser mediodía. El sol estaba en el punto más alto sobre nuestras cabezas y el calor era insoportable. Mi bata se pegaba a mi cuerpo. No llevaba más ropa debajo que las bragas y el sujetador.  Moisés y Juan hablaban en la parte delantera sobre el motor del coche.
-         ¿Dónde vamos?
Tanto Moisés como Juan dieron un brinco. Seguramente pensaban que aún dormía.
-         Isil- dijo Juan y soltó un suspiro- tu abuela ha dado la orden de alejarte el máximo posible.
-         Entiendo.
No se cuanto tiempo más pasamos en aquel coche. Viajábamos por carreteras secundarias, donde jamás vimos otro coche. Tan solo paramos a comer en una gasolinera. Laura se quedó conmigo en el coche, y Juan y Moisés nos trajeron bocadillos.
Me quedé dormida varias horas después de que anocheciera. Seguía llevando la bata con la que había escapado de la cueva y el tindri colgado del  cuello. Mis sueños fueron tranquilos sin muchas imágenes, algunas de cuando era pequeña hasta que la imagen se volvió blanca y regresó aquella canción.
“La luna te tiene presa.
Mi bebé duérmete ya
Y tendrás algo que ella querrá.
La luna me sube al cielo con ella,
Allí me encontrarás.
Mi bebé duérmete ya y a los
Pájaros escucharás.
El mar de fondo y te quiere,
Algún día lo tendrás.
Cuando llegue tu voz
Me llevara.
Mi bebé duérmete ya
Y las nubes surcaras.
Mi pobre ángel, mi princesita
Duérmete, duérmete ya.”

En el momento que terminó la canción el sueño se desvaneció y desperté. Dormía en una cama grande llena de cojines. Pude ver que compartía la cama con Laura que se revolvía a mi lado. Debía de tener un mal sueño porque sudaba y decía cosas. La habitación donde nos encontrábamos  estaba notablemente desordenada. Sobre el sillón la ropa negra se amontonaba. Los Clisses estaban notablemente arrugados después de un día entero de coche. Junto al sillón había un sofá de tapicería algo hortera donde dormían Juan y Moisés. Era la habitación de un hotel. Me asomé a la ventana y pude ver la carretera. Nada de aquel sitio me resultaba conocido. No se parecía a ningún sitio donde hubiese estado antes. Abrí los cristales que la formaban y deje que la ligera brisa me acariciara, me llegó el olor salado del mar por lo que debíamos estar cerca. La sensación de algo desconocido me abandonó enseguida sustituida por el anhelo de llegar al mar. Sabía que era una locura pero comencé a intentar salir por la ventana. Con un pie me impulsé y saqué el cuerpo por el hueco. El otro lo puse sobre el alfeizar y entonces salté.


Los padres de Silvia se alegraron mucho de vernos. Teresa su madre era tan guapa como la hija. Con sus piernas largas y sus preciosos ojos color chocolate. Estaba sentada sobre una silla de la cocina mientras Silvia le describía todo lo ocurrido. Para ser humanos eran unas personas bastante abiertas a todo nuestro mundo. Mi padre me dijo que Silvia había tenido mucha suerte porque con sus poderes en cualquier otra familia hubiese sido desastroso. A menudo comentaban que eran privilegiados porque el Luipa los hubiese bendecido con una hija medio sidaz. El padre compartía el pelo rubio de su hija y el amor por la lectura. Se encontraba en la silla contraría escuchando todo detalle. Sus gafas redondas reflejaban los ojos curiosos de un hombre que ama la magia.
-         y varios de los sidazes cayeron en el ataque.
-         Podemos ayudar. Llama al resto de las damas y les conseguiremos billetes de avión para el norte de Gran Bretaña. Allí hace años que Javier abandonó sus palacios.
-         Pero no puedo localizar a Ana y a Ester no se donde están.
-         Podemos rastrearlas.- dije no muy convencido de ello.
-         Sabes que nos llevaría más tiempo del que disponemos.
-         Si posiblemente se hayan ocultado bien.



No era consciente de lo alto que estaba la ventana, pero mi cuerpo estaba más que preparado para un caída mucho mayor que aquella. Con un movimiento cambié el peso del cuerpo y me preparé para caer agachada. Coloqué las manos a modo de escudo contra la cara y esperé el impacto. A través de las rendijas en los dedos pude ver una silueta moverse. Intenté girar pero ya era demasiado tarde. Caí sobre algo blando y suave. Rodé sobre mi misma para ver lo que era y me encontré con una cara conocida. Terriblemente conocida. Sus ojos verdes, sus pómulos altos y sus labios me llamaron.
-         Marco- exclamé- ¿qué haces aquí?