Puedes seguirme en...

Facebook: Marina García Gómez
Twitter:@marina2095

8 dic 2010

cap 6/2

6/2
Una a una las lágrimas bañaron mis mejillas. Sentada frente a Marcos, después de escuchar aquello, sentía ganas de morirme.

- Bueno veras…es…
-Marcos al grano.
-Ya sabes que hoy en día las mujeres y los hombres se acuestan con quien quieren cuando quieren sin ningún problema.
-Si.
-Digamos que en los sidazes no es lo mismo.
Impasible como sólo yo misma sabía serlo dije-Explícate.
-Los sidazes se unen en matrimonio, pero además se unen mágicamente.- empezó Laura.- esa unión hace que la pareja comparta el poder para poder protegerse el uno al otro. Esa unión se hace con la primera relación sexual.
Suspiré por que ya sabía lo que venía.
-y no se puede romper- concluyó Moisés.


- No se puede romper…-repetía para mi misma en un susurro.
- Isil no estés mal. Yo lo siento, lo siento mucho…
- ¡Cállate!- le grité- tú lo sabías y aún así lo hiciste.- hizo ademán de decirme algo, pero hablé primero.- no me importa si voy a estar ligada a ti de por vida, no me importa si no podré estar con otro. Pero ten presente que esto jamás, jamás te lo perdonaré y que no volverás a tenerme.
Dicho esto me levanté del sofá y salí de aquella habitación, cerrando la puerta de un portazo tras de mí.
El pasillo estaba helado, era como si de pronto las temperaturas hubiesen disminuido diez grados. Empecé a avanzar camino al ascensor. Al llegar junto a las puertas metálicas de este, me di cuenta que aún llevaba la bata semitransparente. Desee con todas mis fuerzas ser invisible y entré en el ascensor. Cuando llegué a la planta de abajo una pareja esperaba para subir al ascensor. Ignorándome y casi pasando por encima de mí entraron y pulsaron el botón de la planta tres. Estuve a punto de replicarles por no llevar cuidado conmigo, pero preferí bajarme del ascensor sin más. Sin saber a donde ir me acerqué al mostrador para preguntar por un taxi o algún lugar donde ir. Ya llevaba al menos diez minutos y nadie me atendía. Con los ojos como platos observé como la gente de mí alrededor era atendida o seguía con su vida ignorándome. Decidí llamar a la dependienta.
- Perdone.
La chica siguió con lo suyo.
- Perdone.
- ¿Has oído algo Rafa?-preguntó la mujer a su compañero. Los dos se giraron hacia mí pero fue como si me viesen.
- Perdone, estoy aquí.
Un momento antes deseaba hacerme invisible y en ese monto lo único que quería era que me viesen.
Tanto la mujer como el chico dejaron escapar un grito.
- ¿De donde ha salido?- dijo el hombre.
- De este mismo lugar, llevo media hora intentando que me atiendan- dije sorprendida. Los dos me miraban como si hubiesen visto un fantasma.
- No ahí, ahí no había nadie ¿de donde ha salido?
- Se lo estoy diciendo, he estado aquí en todo momento- empezaba a cabrearme.
La chica le susurró algo al hombre y los dos siguieron mirándome mal.
- oiga, se lo estoy diciendo seriamente…
- Isil tranquila.-Laura me sorprendió por detrás- ven conmigo. Disculpen, me la llevo.
Me condujo fuera del hotel a una zona llena de coches junto a una carretera detrás de la cual podía verse el mar.
- Demos un paseo, te sentará bien andar.


- Silvia, Silvia- grité con todas mis fuerzas- ¿Silvia donde estas?
Se oía un silencio sepulcral en la zona de la piscina. No había rastro de Silvia por ningún lado y me estaba desesperando. Me acerqué a la zona donde se encontraban las lápidas y sigilosamente hundí los pies en el césped. En ese momento me encontré con una imagen que no me esperaba. Mi padre yacía tendido en el suelo con la cabeza apoyada en las rodillas de Silvia y una herida en el pecho.
- ¿Qué ha pasado?
- Te buscaban.-susurró Silvia.- pensaron que estarías con ella y vinieron por ti. Pero tú no estabas y tú padre pagó por ello.
Me arrodillé junto a ellos y acaricié el rostro de mi padre. Su piel, sus arrugas. Con miedo deslicé el dedo hasta la arteria para tomarle el pulso.
Su corazón aún latía, pero sabía que solo era cuestión de tiempo que se durmiese para siempre.
- Lo siento- murmuré.
- No es culpa tuya.
- No estuve aquí con él.
Mantuve el dedo junto a su cuello para sentir sus últimos latidos, antes de que se marchase para siempre. La rabia iba inundando mi cuerpo. Mi abuelo primero me había arrebatado a mi madre y ahora a mi padre. Sentí rabia por no poder tener un abuelo normal de esos que te recogen del colegio y te compran golosinas, en vez de un sangriento sidaz que me deja huérfano. Tuve rabia por haber estado escondido en casa de Silvia en vez de buscar a mi padre y protegerle y sentí rabia, porque nunca me lleve muy bien con él, y no pude decirle que era lo más importante que tenía en este mundo.

Poco a poco los latidos fueron bajando hasta que se hicieron muy débiles, y luego al fin pararon. Paz. Eso es lo que tendría mi padre a partir de ese momento. Él estaría con mi madre de nuevo. No teníamos tiempo para organizarle un buen funeral, pero se merecía un entierro digno. Cabe en el mismo sitio donde mi, por aquel, joven padre. Cabo para enterrar a su mujer. Silvia recitó un cántico sidaz de despedida, llevando a mi padre más allá de nuestro mundo. Invitando al Luipa a que lo llevase junto a su mujer, donde quiera que estuviese. La sola idea de estar solo en ese momento se me antojaba como una oscura pesadilla. Pero era real y palpable. Ya no me quedaba nadie.
- ¡Vámonos de aquí!- dije.
- Irusail, no tenemos donde ir.
- No quiero seguir aquí. Vámonos por favor.
- De acuerdo- accedió.- Sólo déjame registrar la casa. Eso nos dará alguna pista.

No necesitó mi contestación. La esperé en el coche mientras ella rebuscaba entre las cosas del salón en busca de alguna pista que nos llevase al resto del grupo.
Salió corriendo de la casa, como si alguien la persiguiera. Me preparé salir corriendo. Pero cuando ella llegó a mi, vi que lo que llevaba en las manos era algo muy importante. Algo que yo había pasado por alto. Mi padre no llevaba su tindri cuando lo encontramos. Silvia lo había encontrado sobre la mesa del salón. Sabía de sobra, que con ese tindri, mi padre podía rastrear a la princesa Claudia. La abuela de Isil.


El mar. Tan bonito. Tan apacible. Laura me había conducido al mismo sitio donde unas horas antes había intentado dirigirme. Al mar. El paseo nos había llevado hasta allí. No había mucha gente, cosa rara. Solo un par de familias y una pareja, huéspedes del hotel. Laura parecía tener al menos diez años más que yo en ese momento. Llevaba el pelo rubio trenzado, pero la trenza recogida en lo alto de la cabeza con un gancho. Tenía muchas ojeras e increíbles bolsas bajo los ojos. Se notaban la últimas 48 horas que habíamos vivido.
- No sabía que Marco fuese tu hermano- deje caer, puesto que hacía mucho que tenía esa duda.
- Si, bueno. Es mi hermano mayor. Pero no nos hemos criado juntos. Él siempre estuvo a tu lado y a mi me mandaron lejos de ti para protegerte.
- No lo sabía, lo siento. Debe ser duro que te separen de tu familia.
La muchacha rió con gracia.- Cuando me enviaron lejos, ya no me quedaba más familia que Marco. Y no era precisamente lo que se dice, alguien que pueda encargarse de ti. Solo tenía diez años.
La miré sorprendida y al mismo tiempo triste por su situación.
- No te compadezcas, mi madre no murió en esta guerra. Enfermó, un virus africano la mató.
- No sabía que los sidazes podían tener enfermedades…
- ¿Humanas? Somos una variedad de esa raza. Somos más fuertes y tenemos poderes, pero no somos superhéroes. Nunca debemos olvidar nuestros orígenes. Ese es el mayor de los errores que cometen los sidazes.
- Supongo que se creen los reyes del mundo.
- Nos creemos, somos parte de ello.- puntualizó Laura.
- Aún me cuesta pensar como una de ellos.- deslicé mis pies hasta el agua y deje que las suaves olas me salpicasen los dedos.- ¿Porqué aquellas personas se han asustado al verme? Estaba allí junto a ellos. No me he aparecido ni nada por el estilo.
- Tienes un poder especial Isil- lo dijo como si se tratase de algo que nos salvaría a todos la vida.- Solo los más poderosos pueden hacerlo. O los que lo llevan en la sangre.- hizo una pausa y tomó aire- Puedes volverte invisible. Si lo deseas desaparecerás de la vista de los que te rodean. E incluso puedes hacer desaparecer a quien tú quieras.
- ¿cómo…cómo funciona eso?
- No lo se, Irusail me explicó que era con el deseo, no puedo decirte más.
- Irusail- su nombre me rasgó por dentro.
- Si todos los miembros de su familia materna tiene ese poder. Él y su familia han sobrevivido gracias a él.- Me apartó un mechón de la cara y me sonrió- Ahora vamos a hacer una cosa, y vamos a dejar los problemas atrás.- Me agarró la mano y me obligó a levantarme. Arrastrándome llegamos donde el agua nos llegaba a la cintura.- Vamos a darnos un baño como lo hacen las verdaderas damas de la corte del Mar.

Me zambullí en el acto. Llamada por el deseo de agua salada. Recordé los baños en El Postiguet. Junto a mi casa. Allí si que era feliz, podía bañarme incluso en verano. Laura se desprendió del Clisses y se tocó las piernas. La cola fue instantánea. La imité y sentí como el agua se calentaba a mí alrededor, pestañeé y vi mi cola. Me invadió una sensación de paz increíble y a continuación la adrenalina ocupó su lugar cuando empecé a nadar.
Por el rabillo del ojo vi a Laura seguirme, pero yo era mucho más rápida a pesar de ser inexperta. La velocidad era maravillosa, el agua abría cada uno de mis poros. Pronto dejé de ver a Laura, estaba sola. Fui bajando el ritmo y vi algo maravilloso. En una gran roca, sobre los corales había una mujer con cola junto a un niño de unos tres años, también con cola, y una muchacha morena de mi edad. Los ojos enormes de los tres me aclararon que eran sidazes.
El niño pequeño me vio y me señaló, la madre y la muchacha al verme pusieron tras ellas al crío y se volvieron contra mi. Pude ver miedo en los ojos de ambas.
- Tranquilas, no voy a haceros daño.
Las dos mujeres retrocedieron.
- En serio no voy a haceros nada.
Me acerqué más a ellas y volvieron a retroceder empujando al crío.
- Isil, para- la voz acuosa de Laura llegó junto a su mano que me puso sobre el hombro.
- ¿Isil? ¿ sois vos la princesa?
- Si soy yo.- dije soprendida de que me conociese. Aunque eso empezaba a no ser una novedad.
La chica de mi edad se acercó a nosotras – y extendió una estrella de mar atada en una red. Era un tindri.
- Yo soy Lara, soy una de tus damas.
Miré a Laura y vi su cara de asombro. Al parecer solo faltaban por encontrar seis damas.

2 comentarios:

  1. que ocurrira en el proximo capitulo estoy deseando leerlo sube pronto.

    ResponderEliminar
  2. y ya te dejo el ultimo comentario q ya me estoy haciendo pesada jejej me gusta que hayan encontrado una dama, deseando que cuelgues pronto más capítulos.

    felices fiestas y feliz año nuevo!!!!

    ResponderEliminar