Puedes seguirme en...

Facebook: Marina García Gómez
Twitter:@marina2095

27 dic 2010

Capitulo 7


Una imagen vino a mi mente. Lara la muchacha que acababa de conocer aparecía de niña con unos tirabuzones que le rodeaban la cara y su tindri en la mano. Una chica joven la llevaba de la mano y la obligaba a correr tras ella.
-         Lara, tengo que sacarte de aquí. Pon de tu parte.
La niña miró a la cara a la chica y sonrió. Salió corriendo y ocultó a las dos tras un árbol.
-         Muy bien cariño, estaremos a salvo. Isil vendrá por ti y te salvará.- Pero Isil nunca apareció. Nunca hasta ese momento.


-         Así que vives con tu hermana.- dijo Laura.
-         Si vivimos con su marido en una gruta dentro de una cala a dos kilómetros de aquí.
-         ¿Vivís siempre en el agua?- aún no me había acostumbrado a que se pudiese hablar bajo ella, mucho menos a estar siempre sumergido.
-         No, solo hemos salido un rato.- la muchacha alborotó el cabello a su sobrino y le pellizcó el moflete. El crío divertido empezó a reírse formando pequeñas burbujas plateadas a nuestro alrededor. – es un honor conocerte. Mi hermana me había hablado tanto de tu familia, de lo grande que eran tu abuela y tu madre. Ansiaba mucho reunirme contigo, y con el resto de las damas. He soñado desde niña como seriáis cada una de vosotras.
Ella sabía su historia desde niña. Siempre había esperado su reencuentro conmigo, y yo no sabía si quiera quién era. La vida era muy complicada y yo solo comenzaba a hacerme una idea de ello.



Lo hice girar tres veces en el aire y luego lo apliqué sobre mi mano haciéndome un pequeño corte. El tindri se impregnó de mi sangre y empezó a brillar. Un nube de polvo nos cubrió y se hizo un camino blanco entre él. Lo seguí sabiendo que al final del camino estaría Claudia.
Fue maravilloso. Jamás había experimentado esa sensación. Cuando salimos de la nube de polvo, estábamos en un lugar totalmente distinto. Una sala, cuatro sillas forradas de terciopelo rojo. Sentados en ellas se encontraban Claudia, su marido y dos personas más. La hermana de Isil reposaba la cabeza sobre las rodillas de la mujer. Sabía que era Marina, porque Isil tenía una foto en su cuarto junto a ella.

Los adultos se giraron para mirarnos y pude ver que la mujer en la que reposaba la cabeza de la niña era terriblemente parecida a Isil. Todos parecían cansados y deprimidos. Grandes ojeras verdes llenaban sus caras. Sin embargo al vernos una chispa de esperanza se encendió en sus miradas.
-         Silvia, menos mal.
-         Lucía- Silvia se abalanzó sobre la chica y la abrazó y también a la niña que dormía.
-         ¿Dónde está mi hija?- entonces lo comprendí todo. Aquella mujer era la madre de Isil. Bueno en realidad la tía. Era tan hermosa como su hermana. Con la larga melena negra que caracterizaba a las Lostrud y que no había heredado ni Isil ni Marina. Su espalda ancha y su cuerpo flaco lleno de elegancia.
-         ¿No sabéis nada de ella?- pregunté.
De pronto se volvieron y me miraron perdiendo toda la esperanza.- ¿Eres el hijo de Raúl?
-         Si.- dije mirándola a los ojos- ¿No sabéis nada de Isil? – volví a preguntar.
-         No, pensábamos que vosotros estaríais con ella.- dijo Claudia.- Laura llamó al poco del golpe y dijo que un grupo se la llevaba al norte, pero perdimos el contacto hace tres días.
-         No…-se me quebró la voz- nosotros no estábamos en ese grupo.
-         ¿Entonces no sabéis nada de ella?- dijo el hombre flaco y alto con el pelo caoba. Tenía enormes bolsas en los ojos producto de la tristeza y la preocupación por su ‘’hija’’ mayor.
-         No, pero tranquilo Herat la encontraremos- afirmó Silvia.- ¿A dónde se dirigían?
-         No quisimos saberlo- comentó Lucía en ese momento.
-         ¡¿Qué no quisisteis saberlo?!- sabía que me había pasado, pero estaba muy nervioso.
-         Cálmate Irusail- susurró Claudia- se la llevaban al norte. Pero no podréis rastrearla borraron su poder. Rastrea a Moisés el estará con ella.
-         ¿Cómo estás tan segura? Pensaba que solo sabías que Laura iba con ella.
-         Pues por eso precisamente. Moisés no dejará sola a Laura. Son marido y mujer.



La miré pensando una manera de arreglarlo y al fin dije- Bueno Laura las llevaremos al hotel.
Ella carraspeó- No podemos es demasiado peligroso. Solo Lara podrá acompañarnos.
-         ¿Puede ir conmigo mi sobrino? Creo que estará más seguro con vosotros.
Las dos miramos a Laura y esta al fin sonrió dando a entender que si. Se acercó al niño y le dijo- venga despídete de tu mamá que nos vamos.
El niño nadó hacia su madre. La mujer lloraba en silencio viéndonos. Sabía que lo mejor para él, era venirse con nosotras. Pero miraba con desconfianza a Laura por no dejarla venir. Se abrazaron fuertemente, tanto que pensé que luego no podrían soltarse.
-         Tienes que ser fuerte mi amor. La vida allí fuera es dura. Ahora tienes tres años y no lo entiendes, pero debes saber que poner a salvo a tu tía y a esa chica de allí- dijo señalándome- es tu prioridad.
Me sorprendió que a pesar de tener tres años entendiese lo que su madre le decía. El niño volvió junto a nosotras de la mano de la mujer. La chica abrazó a Lara y le susurró algo al oído.
Nos fuimos nadando de allí, dejando atrás a aquella mujer que sollozaba. Salimos a la playa y con mucho cuidado de que nadie nos viera, volvimos a ser humanos. Secamos nuestras ropas y pusimos rumbo al hotel. Por el camino el niño, que se llamaba Víctor, iba cantando una canción preciosa terriblemente conocida para mí.

“La luna te tiene presa.
Mi bebé duérmete ya
Y tendrás algo que ella querrá.
La luna me sube al cielo con ella,
Allí me encontrarás.
Mi bebé duérmete ya y a los
Pájaros escucharás.
El mar de fondo y te quiere,
Algún día lo tendrás.
Cuando llegue tu voz
Me llevara.
Mi bebé duérmete ya
Y las nubes surcaras.
Mi pobre ángel, mi princesita
Duérmete, duérmete ya.”
-         ¿Cómo conoces esa canción?
-         ¿No la conoces?- dijo Lara, le respondí con un gesto de la cabeza- Es una canción de cuna. Una canción de cuna sidaz. Su madre se la cantaba al igual que me la cantó a mí.



-         ¿Cómo que son marido y mujer?- pregunté.
-         Si, Laura y Moisés se pasaron…
-         Se acostaron- recalcó Silvia.
-         ¿Y ya por eso deben casarse? Se que cuando te acuestas te unes a la otra persona, pero hoy en día ya sabes como romperla. ¿Tan antigua eres que los obligaste a casarse?
Claudia pareció dolida ante mi comentario.
-         No es eso Irusail, y agradecería que me tratases mejor, todos estamos nerviosos- añadió con cara maternal- Hubo algo más.
-         Laura se quedo embarazada- aclaró mi amiga.
-         ¡¿ Qué?¡
-         Se quedó embarazada – repitió Silvia- y tu vieron que casarse- se acercó un poco más a mí, y añadió- pero Laura estaba embarazada cuando Tu abuelo la cogió, y la maltrató tanto que ella perdió el bebé.
El silencio, como siempre que se dice algo así, inundó la sala. Otra persona más a mi lista, a la que pedir perdón por el comportamiento de mi abuelo. Una más a mi extensa lista.
-         De acuerdo seguiremos el rastro de Moisés, dudo mucho que hayan salido del país.
-         Irusail, quizá deberíamos descansar un poco y armarnos, prepararnos para partir- susurró Silvia. Mi mirada de odio la atravesó como una aguja podría atravesar el papel.- Bueno, yo al menos lo necesito. Un día por favor.
-         Bien quédate, yo iré en su búsqueda. Nos encontraremos cuando estés preparada.- Me acerqué y la besé en la frente. Fue un beso breve que supo a despedida y a decepción.- ¿dónde puedo conseguir armas?
-         Tras esa puerta encontraras todo lo que quieras. ¿Necesitas un coche?
-         No, iré caminando.- dichas aquellas palabras desaparecí de sus vistas por la puerta que me habían indicado.



Antes siquiera de entrar por la puerta del dormitorio ya estaba haciendo las maletas- ¡Nos vamos!- gritaba a pleno pulmón. Parecía que llevaba la muerte en los talones, corriendo recogiendo todos los Clisses y metiéndolos en una bolsa.
-         ¡Quiero a todo el mundo aquí en menos de diez minutos preparados para partir!- Dicho esto salió por la puerta.
-         ¿Es siempre así?- preguntó Lara.
-         No creas que la conozco más que tú. – le sonreí- Pero no, no siempre es así.
En ese momento salió Moisés del baño, semidesnudo cubierto por una toalla anudad a la cintura. Miró de forma extraña a Lara y se acercó a mí.
-         ¿Qué era todo ese alboroto de antes? ¿quién es ella?
-         Otra de mis damas. Y el alboroto ha sido, ¡como no!, nuestra querida Laura diciendo que nos vamos.
-         ¿Otra de tus damas?
-         Si la hemos encontrado en la playa y este es su sobrino. Laura solo dejó que el niño viniese con nosotras. La hermana se quedó, por eso nos vamos. Hemos dejado rastro, debemos partir.
-         De acuerdo, avisaré  a los demás.- se volvió a internar en el baño y los escuche gritarle algo a Juan a través de la mampara de la ducha.
Caminé hasta la puerta por la que se entraba a la habitación de la cama. Pero allí me encontré con la última persona que deseaba ver.
-         Isil, al fin
-         Déjame Marcos.- salí de la habitación de nuevo- solo lo vas a empeorar.
-         No Isil, déjame que te explique…- se frenó en seco al ver que no estaba sola.- Hola- dijo a Lara- Isil, por favor…
-         Olvídame. Nos vamos, prepárate para partir.
En menos de diez minutos, como Laura había previsto. Todos nos hallábamos en el saloncito del dormitorio preparados para salir de allí. Moisés abrazaba a Laura por la cintura mientras Juan agarraba la bolsa con toda la ropa, Lara se mantenía pegada a mí y Marcos apartado de todos con las mejillas encendidas.
-         Tenemos un problema grave. Ahora hay tres personas más para llevar en el coche.- Laura recorrió con la mirada toda la habitación- Marcos, ¿viniste con coche?
-         Laura, sabes tan bien como yo que no tengo edad suficiente para conducir un coche.
-         Ya bueno, pero como te gusta saltarte las normas, pensé…
-         ¡Ya basta!- corté- Laura estoy muy enfadada con tu hermano, muchísimo más de lo que te puedas imaginar. Pero debemos mantenernos unidos en esto y no podemos pelear por ello ahora.
Juan me dio unas palmaditas en la espalda.- Muy bien. Empiezas a parecer la princesa que eres. Creo que ya estas lista para asumir el mando.- Volvió a palmearme la espalda y me sonrió.- conozco un viejo sidaz de la corte del cielo que vive a una media hora de aquí, puede que nos deje quedarnos en su casa hasta que nos hagamos con otro coche. Digo que media hora podréis ir apretado en la parte trasera.- y esta vez sonrió burlón.


Volví al sitio donde la perdí. La ciudad de Lucentum (bueno lo que quedaba de ella, esas ruinas romanas) desierta. Una triste sombra de la historia ibérica recordándome aquella noche. Lo primero que hice fue sacar mi tindri y agitarlo en todas las direcciones. Una vez despejado el camino me puse a investigar.
El poder de Moisés me llevaba hacia el norte, como Claudia me había dicho. Me preparé para correr kilómetros hasta encontrarlos a todos.

La casa era de madera. En un pueblecito escondido. Parecía que habíamos cambiado de época y de país al mirar alrededor. Juan bajó del coche con Marcos y llamaron a la puerta. Al principio nadie contestó y tu vieron que llamar de nuevo. Un hombre abrió la puerta. Tendría unos setenta y muchos años, con el cabello gris metalizado y unas ojeras verdosas que se le salían de la cara. Llevaba un albornoz que le cubría todo el cuerpo. Parecía tener problemas con la vista, pues abrió mucho los ojos para mirar más allá de él.
-         Juan- dijo con una voz rasposa- joven bribón ¿cómo estas?
-         Bien pero necesito un favor.
-         Lo que quieras mi querido amigo.

Juan se acercó más al viejo y le susurró algo al oído. Los ojos del anciano se abrieron de par en par y asintió con la cabeza.
-         Será un placer para mí.
-         Debe ser un secreto Don Luis.
-         Lo será muchacho, lo será.

Me hicieron bajar del coche y entrar en la cabaña, no sin antes cercionarse de que era seguro.
El interior de la cabaña me pareció más antiguo todavía. No había nada que lo situase en nuestro siglo. Ni un teléfono, una revista, una televisión. Ni siquiera un libro que no tuviese la portada de piel, desgastada. El viejecito me condujo hasta un cuarto con un baño y dos camas.
-         Aquí podrás lavarte. – me acarició las mejillas- te pareces tanto a tu madre.
-         ¿La conoció?
-         Fui embajador de la corte del Cielo, pasé mucho tiempo junto a las distintas familias reales. Cuando yo la vi por primera vez, era apenas una niña de cinco años.- se marchó.
Me duché, en una ducha bastante parecida a las del siglo XXI y salí al cuarto enredada en una toalla bordada. Sobre una de las camas había un vestido del siglo XVIII y una capa negra. En la otra cama estaba tumbada Lara, con un vestido muy parecido al otro, solo que menos lujoso. Le habían trenzado la melena y se había tapado las ojeras verdes con maquillaje.
-         Ese- dijo señalando el vestido- es para ti. Don Luis ha sido muy amable y ha dicho que no tenía más vestidos que estos. Que eran los que llevaba su mujer cuando vivían en la corte.
-         Supongo que será mejor que nada.
-         Isil, seguramente este será el tipo de vestidos que lleves en la corte.
-         ¿QUÉ? No ni hablar. Me gustan mucho estos vestidos, pero ¿Hola? Estamos en el siglo XXI.
-         ¿Nadie te ha dicho que los sidazes no atienden al tiempo? Hemos ido adaptándonos un poco a la época, pero no somos humanos tenemos nuestras propias cosas.
-         Anticuados- susurré. Y empecé a meterme dentro del vestido.

Parecía misión imposible. Era tan estrechó que dudé que alguien pudiese respirar con ello puesto. Lara me ayudó, me metió dentro de corpiño y luego me lo anudó. Por último me tendió un par de zapatos de tacón verdes pistacho con la parte de delante descubierta.
Salí de la habitación siendo una nueva Isil. Con aquel vestido verde de terciopelo, con lentejuelas cosidas formando estampados de rosas y ojos. También llevaba la capa negra sobre él. Me cubría la cara con la capucha. Eso era lo que más me gustaba, me daba aspecto de misteriosa. Pasé junto a un cuarto con la puerta entre abierta, desde la que salían unas voces, que no hablaban en castellano.

-         Això ja no és assumpte teu (eso ya no es asunto tuyo)
-         Laura vull saber-ho (Laura quiero saberlo) – respondió Marcos-Un noi li va agafar el telèfon mentre parlava amb mi. Qui era?( un chico le cogió el telefono mientras hablaba conmigo. ¿Quién era?)
Laura suspiró- Irusail.
-         Gràcies (Gracias)- abrazó a Laura- Ets la millor germana del món. T'he trobat a faltar. (Eres la mejor hermana del mundo. Te he echado de menos.)
Abrí un poco más la puerta  y entré. Me paseé ante la mirada atónita de Marcos al verme con aquel vestido.
-         No sabía que tu idioma materno era el valencià. Eso explica por que siempre tuviste acento. ¿Hay algo más que me ocultaras? No se, por ejemplo que tienes tres ojos y unos lo llevas siempre tapado- dije sarcásticamente.
-         No seas injusta tu también hablas el valenciano.
-         Pero tú sabías que lo hablaba. Yo no- dije cortante.
Laura se apresuró a salir de la habitación. Entre las manos llevaba un vestido prácticamente igual que el de Lara solo que este era rojo en vez de azul.
-         No laura, no salgas.- dije- ya me voy yo. No tengo nada más que hablar con tu hermano.


Calor. Calor. El sudor me caía por la frente. Eran las nueve de la tarde y aún hacía calor. No había recibido la llamada de Silvia. Mucho me temía que tendría que hacer el viaje solo. Llevaba más de cuatro horas caminando. Bueno más bien corriendo. Me senté en una roca y saqué la botella de agua del Luipa que llevaba en la mochila. Intenté no vaciarla entera. Me sequé la boca con la camisa y seguí mi marcha. Podía sentir el rastro de Moisés, pero era de varios días. Aún me faltaban varios kilómetros por correr. Así que me puse manos a la obra.



Me desperté con la luz de la mañana. Junto a mi cama, en otra igual a la mía, dormía Lara con su sobrinito. Me envolví con la sabana. Era extraño sentir el tacto de la sabana contra mi cuerpo sin que esta me molestase por el calor. El camisón de algodón me cubría hasta el principio de los muslos. La mujer de Don Luis debía ser más bajita incluso que yo. Puesto que los vestido me estaban justos, justos y a las demás algo cortos. El niño con su tez blanca y su pelo negro hacía unos sonidos muy graciosos al respirar. Me giré completamente en la cama para verlo dormir. Se podía respirar una paz. Una paz que no había sentido últimamente. Me hacía pensar que tal vez no era tan malo eso que me estaba ocurriendo.
Me quedé un rato más en la cama hasta que la voz de Don Luis llegó desde el pasillo.
-         El desayuno está listo. Jóvenes. ¡Todo el mundo en pie!
Lara se removió en la cama y abrió los ojos.
-         Buenos días- dije con mi voz más dulce.
-         Buenos días Isil.
Nos levantamos y levantamos al pequeño, que con una sonrisa partió hasta la cocina. Nos ayudamos la una a la otra con los vestidos y a recogernos el pelo. Ella me trenzó los mechones rizados en dos y luego lo entrelazó y agarró con dos ganchos verdes. Mientras que yo le alisé con las manos sus mechones negros, y le recocí los mechones que le caían sobre la frente con orquillas detrás.
Una vez que estuvimos listas nos dirigimos a la cocina.
Tanto Juan como Marcos- que compartían habitación- estaban sentados en la mesa con una taza de café delante. Apenas levantaron la vista para mirarnos cuando entramos. Pero si lo hicieron cuando detrás de nosotras entraron Laura y Moisés que estaba discutiendo entre risas. Todos sonreímos al ver que Moisés tenía el cuello rojo, lleno de besos. El sobrinito de Lara se sentó entre su tía y yo y nos estuvo diciendo que había soñado con su mamá.
-         No estés triste tía Lara, mamá esta contenta de que esté contigo. Me lo ha dicho en el sueño.- Lara alborotó el cabello del crío y se concentró en su desayuno.
Teníamos tanta hambre que apenas mantuvimos una conversación. Pero cuando hubimos terminado salió el tema estrella.
-         Deberíamos conseguir otro coche antes de mañana. Don Luis ¿Sabe de donde podemos conseguir uno?
-         Podría preguntar, pero…
Unos golpes lo interrumpieron. Sonó como si estuviesen aporreando la puerta. Moisés me obligó a cubrirme el rostro con la capucha y Juan fue a abrir la puerta. En cuanto abrió un poco tres hombres entraron tirando al suelo a Juan. Como si fuesen un tornado esquivaron a Marcos y pegaron a Moisés. Los inmovilizaron a los dos con los brazos a la espalda.
-         En el nombre del rey y del Luipa. El rey Jaume quiere saber quien sois.
Al no decir el rey Javier todos suspiramos tranquilos. Si eran hombres del rey eso significaba que él no andaba muy lejos. Me sentí poderosa y grandiosa, así que me volví y descubrí mi rostro.
-         Suéltele buen hombre.- El hombre se quedo rígido al verme.- le prometo que no le haré daño. Solo suéltele.
Los dos al mismo tiempo dejaron libres a Moisés y a Marcos. Juan se reunió con nosotras en la mesa.
-         Soy Isil, princesa del Mar y gobernadora del Luipa- me impuse- y solicito ver a su señor.
Los tres hombres con los ojos como platos asintieron.


1 comentario:

  1. que pedazo de final de capítulo!! que rotura cuando Isil se presenta!!!
    me encanta, te he encontrado mirando en diferentes blogs y en poco tiempo ya tenía todo los capítulos leídos. es una historia muy fluida y se lee muy rápido porque te abduce. ahora te comentaré lo que más me gustó de los capis! te invito a pasar x mi blog y leer mi novela, espero que te guste y comentes
    http://elrenacerdelaoscuridad.blogspot.com
    gracias

    ResponderEliminar