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Facebook: Marina García Gómez
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10 sept 2010

LEREZ

La calle estaba desierta. El viento despeinaba mis cabellos y hacía que la falda revolotease a mi alrededor. En mis manos sostenía el más preciado de los tesoros. Dos perlas diminutas que para la mayoría de la gente no hubiesen significado mucho, pero yo sabía la realidad de aquellas dos perlas. Eran los amuletos del gran mago Lerez. Su magia calentaba mis manos en aquella noche tan fría. Vagamente recordaba como habían llegado a mí, el recuerdo de aquella noche no era uno de mis favoritos. Por lo que siempre intentaba apartarlo de mí.

Cuando yo tenía diez años, mamá y papá estaban en la reunión de mi escuela de magia. Yo era la primera de sus hijas en ir a la escuela superior de hechizos y pociones por lo que mis padres se molestaron en asistir a todas las reuniones y aprenderse todo el reglamento. Aquella noche yo me quedé cuidando de Isabel y de Irene mis dos hermanas menores mientras Ana y Rocío hacían sus tareas. Alrededor de las doce las campanas de la Torre del sur sonaron a modo de advertencia, tres golpes era la señal de que eramos atacados desde ese punto. A toda prisa saqué a mis hermanas de casa, todas recorrimos la calle hasta llegar al castillo. Allí vi a Marta, mi mejor amiga y me dijo que los esmatones de Timbral venían con sus fieles animales de caza reclamando el poder y el dominio de nuestras tierras. No dude un segundo hablé con una de mis hermanas y le dije que iría a buscar a mis padres, ella no se opuso pero me dio su collar protector para que estuviese más segura. Con sumo cuidado me deslicé hasta mi colegio y lo que allí encontré me rompió el corazón. Todos los padres incluidos los mios llacían muertos en el suelo, con la garganta abierta. Oí ruidos y me escondí en un armario, y entorné la puerta. A través de la rendija de la puerta vi dos hombres y una mujer vestidos de azul con cuchillos ensangrentados. La mujer se acercó a uno de los cuerpos y lo zarandeó. El cuerpo soltó un líquido azul y calló al suelo. Después los tres salieron por la puerta dejando aquella sala llena de cuerpos. Me acerqué al cuerpo que habían sacudido y observé sus ojos dos pequeñas lágrimas habían quedado atrapadas en sus ojos. Acaricié los ojos y use mi magia para descubrir la realidad de la imagen que estaba contemplando, dos perlas aparecieron en su cara del tamaño de una uña. Las cogí y las guardé en el bolsillo de mi chaqueta, junto al corazón sentí la magia que desprendían. Salí corriendo de aquella habitación hacía el castillo las puertas estaban cerradas, en la parte alta de las murallas había humo oscureciendo el cielo. Oí los gritos procedentes del castillo, sentí ganas de llorar al ser consciente de que lo que quedaba de mi familia estaba muriendo allí dentro. Corrí lejos de allí, huí por los callejones oscuros hasta encontrar una puerta que daba al exterior de la ciudad. Cuando pisé la nieve comencé a correr más rápido dejando atrás toda mi vida, mi familia y mi escuela... En el bosque no había ni un alma, ni siquiera un solo animal correteaba por los alrededores. Creé una puerta en uno de los arboles más gruesos y me preparé para pasar la noche. A la mañana siguiente seguí huyendo de allí y durmiendo en varios árboles.

El frío me devolvió a la realidad, traspasando mi abrigo de pana. Me acerqué a una de las puertas que tenía a la derecha y llamé. En la puerta pareció una muchacha mulata con los ojos color caramelo y el pelo negro en una trenza. Debió reconocerme porque me dejó entrar sin preguntarme nada. Me condujo hasta una sala donde había más personas. Todos magos de mi pueblo que habían conseguido escapar de aquel ataque cincuenta años antes. Aunque no envejeciamos a partir de lo veinte, el cansancio y las penurias pasadas se reflejaban en la cara de todos los que allí se encontraban. Un hombre grande con el pelo negro y los ojos del mismo color se acercó a mí y me abrazó.
-Oh, nuestra gran salvadora. Ya teníamos ganas de verte. Hace más de diez años que no nos habíamos cruzado con ningún otro mago.- sostuvo mi mano entre las suyas y me sonrió.- ¿llevas contigo el tesoro?
- si lo llevo conmigo desde aquella triste noche en la que nuestra magia quedo reducida a cenizas. Pero antes de nada ¿podría comer algo?
- por supuesto. Sergio te acompañara a la cocina. ¿Sabes quien es? Es aquel vecino tuyo, ese al que tu madre cuidó durante un verano.- algo se removió en mi interior. Claro que le recordaba, el fue uno de mis mejores amigos. Se crió en mi casa durante un verano y su primo cortejó a mi hermana durante varios años. La esperanza de volver a ver a alguien de mi niñez apareció de nuevo entre los escombros que formaban mi corazón.
Sergio apareció entre el resto de los magos. Estaba más guapo que nunca, con su pelo castaño, su piel morena y sus ojos negros. Su cara era el reflejo de un alma triste, pero ¿quien no era un alma triste en aquellos tiempos? De pronto siguiendo un impulso lo abracé me colgué de sus brazos y pegué mi cuerpo contra el suyo, olfateé su aroma, ese aroma familiar a pino, a nieve y a magia. Sus brazos me rodearon sosteniendome contra él durante un rato. Cuando al fin me soltó vi las lágrimas en su cara y supe que yo también lloraba. Alejándonos del resto de la gente me dirigió a la cocina y me dio de cenar. Cuando me acabé el plato de crema de calabaza me condujo a una habitación con ropa limpia y dejó que me cambiase. De toda la ropa que allí se encontraba elegí un vestido escarlata ceñido al cuerpo con escote de barco. Me recogí el cabello en una cola y bajé a la sala de nuevo. Allí todos me esperaban.
-Siento haberos hecho esperar. Pero necesitaba comer, puesto que he hecho un camino muy, muy largo.La razón por la que estoy aquí todos la sabéis. Antes de huir de nuestra querida ciudad encontré los amuletos de Lerez. He venido a entregároslos para que podáis devolver el esplendor a los magos y volver reconstruir nuestra ciudad. Yo he hecho un largo viaje he recorrido ciudad por ciudad de magos que los esmatones han ido destruyendo y solo he encontrado la fuerza de la magia en la nuestra, por lo tanto solo ella podrá ser reconstruida. Ahora os las dejo a vuestro cargo espero que hagáis un buen trabajo con ellas.- deposité las dos perlas, que supondrían la vida y la perduración de la magia, en la mesa central. Luego di media vuelta y salí de allí. En la puerta vi colgado mi abrigo, me lo puse y me fui de aquella casa que me traía tantos recuerdos tristes.
- María. María- oí que me llamaban. Pero mis piernas seguían avanzando hacía ningún sitio. Unos pasos detras mía me indicaron que me seguían, me prepare para defenderme creando fuego en mis manos. Pero cuando me volví vi a Sergio todavía con lágrimas en los ojos- Solo soy yo.
- Sergio me has asustado.
- Lo siento- su mano encontró la mía y la sostuvo con dulzura.- ahora que has termiando tu misión ¿ que haras?
- No lo se- dije dejando que su mano apretase la mía- supongo que ire a un lugar donde consiga volver a ser feliz.
-¿podría compañarte?
- Por supuesto- dije sonriendo. Me hacía muy feliz saber que estaría a mi lado cuando el dolor me invadiese.
Durante meses viajamos por el mundo buscando un lugar donde vivir. Al fin encontramos una casita en la toscana para los dos. Construimos un pequeño huerto en el jardín y vivíamos de lo que labrabamos. Una noche sentados en el sofá de nuestro salón, Sergio me abrazó. Yo le devolví el abrazo ya que para mí era la mejor medicina del mundo. Sentir sus brazos alrededor de los míos era mi felicidad más grande y si por mi fuera todo aquel tiempo hubiese estado abrazada a él. Pronto me soltó, demasido pronto para mí. Me acarició la cara y me miró fijamente.
-Maria. He de decirte algo. Yo...Yo...- Sentí tantas ganas de decirle que no tenía que decirme. Pero mis palabras no quisieron salir de mi boca.- quería decirte que estuve cincuenta años sin saber nada de ti, y sin poder verte y que estos últimos siete meses a tú lado han sido los más maravillosos que he tenido en mucho tiempo. Creo que deberías saber que te quiero y que lo llevo haciendo todo este tiempo.
- Yo también te quiero.- sonrió. Fue la primera vez que lo hizo desde que viajabamos juntos.Cogió mi cara entre sus mano y sus labios rozaron los mios. Con mi magia cree un mensaje de fuego que decía - Sergio te quiero.-
Y así fue como después de tanto tiempo volví a ser feliz.

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