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Facebook: Marina García Gómez
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12 sept 2010

cap 3


3

Me llevé una mano al pecho. Estaba viendo a mis padres de lejos. Ella levaba un elegante vestido rojo hasta los tobillos. Él sin embargo llevaba unos vaqueros y una camisa. El pelo negro de mi madre revoloteaba alrededor de los dos, su cabello le llegaba hasta la cintura. Ella nunca había visto a Lucía con el pelo tan largo. Parecían más jóvenes.
-         debo volver a la fiesta.- dijo ella sonriendo cuando él la abrazó.
-         Quédate un poco más. Seguro que tú hermana se lo está pasando tan bien que no te echa en falta.
-         Herat debo irme. Como quedare si la gente se da cuenta de la hija menor de la princesa no está en la boda de su hermana. – aún así de sus protestas permitió que el la atrajera hacía si. Se fundieron en un apasionado beso.
-         ¿te casarías conmigo?- ella lo miro sorprendida, pero pronto sonrió.
-         ¿es una proposición?
-         Si.- él no necesitó que le respondiese. Volvió a besarla y a acariciar su cabello.- si alguna vez tenemos una hija quiero que se llame Marina.- sentí un fuerte dolor en el pecho. Puse mi mano sobre mi corazón. Mis padres no me llamaron así, sino que llamaron así a mi hermana.

Un presentimiento de todo lo que había escuchado aquella tarde. Mis padres eran mis tíos, ellos simplemente habían cuidado de mí durante aquellos años. Su verdadera hija era Marina, esa niña de seis años que yo quería tanto. Todo era distinto ahora que lo sabía, todo. De pronto la imagen de mis padres empezó a desvanecerse, y con ellos el resto del sueño. Poco a poco la luz fue inundando mis parpados. Con sumo cuidado fui abriendo los ojos. Cuando por fin estuve despierta del todo, mire a mí alrededor. Me encontraba acostada en una cama de matrimonio que no era la mía. A mí lado había un sillón donde dormía un muchacho. Pestañee un par de veces hasta asumir lo que veía. El chico era el que me había sacado de aquel sótano. Aquel muchacho al que yo había llamado hermosos. Me sonrojé incluso sabiendo que él no me miraba. Esperaba de todo corazón que el no me hubiese escuchado cuando yo lo dije. Intenté moverme con sigilo pero estaba demasiado cansada y me golpee con el sillón al intentar levantarme. El chico abrió los ojos de golpe. Vi como todo su cuerpo se ponía en tensión y se proponía atacar cuando vio que yo estaba incorporada en la cama.
-         ah- dijo con voz somnolienta.- eres tú.
-         Yo…- no sabía que responder. No sabía en que momento había llegado a esta cama que supuse era suya. También supuse que él me habría acostado en ella y… asustada moví la sabana para ver que llevaba puesto. Suspiré aliviada al ver que llevaba mi vestido azul y que él no me había quitado más ropa que los zapatos. Debí de sonrojarme, porque una sonrisa le cruzó de oreja a oreja.
-         ¿ha dormido bien?- preguntó con la sonrisa burlona todavía en la cara.- no sabía si mi cama sería de su agrado.
-         No me hables de usted.- dije malhumorada. Me hacía sentir como alguien mayor.- y si la cama ha sido estupenda gracias. Y gracias por sacarme de aquel sótano.
-         De nada.- su sonrisa desapareció.- yo… siento que mi abuelo te hiciese eso. Él no tenía ningún derecho a secuestrarte, pero ya sabes es un dictador.
-         No tienes por que disculparte- dije con la voz más dulce y suave que pude. Vi que aquel chico del que todavía no sabía el nombre, estaba sufriendo.- se que tu abuelo es cruel. Laura me contó lo que le hizo a sus hijas. Supongo que una de ellas era tu madre.
-         Si- suspiró.- la mató cuando yo tenía dos años.- sentí el impulso de abrazarlo y consolarlo, pero supuse que no era lo que debía hacer. Aún así mi cuerpo me desobedeció y se acercó a él. Él no se movió cuando las yemas de mis dedos rozaron sus morenas mejillas. Su mano atrapó la mía y la retuvo un rato en su mejilla para luego apartarla.
-         Lo siento- susurré.- si te sirve de consuelo yo acabó de descubrir que mis padres en realidad no lo son, y que yo maté a mi madre en el parto.- en el momento que terminé de decir aquello me arrepentí de haberlo siquiera pensado.
-         Yo siento todo lo que te ha sucedido en estas últimas veinticuatro horas. Supongo que no será fácil afrontar tu nueva vida- dicho esto soltó mi mano y se levantó del sillón.- vamos
-         ¿a dónde?- antes de que pudiera protestar me cogió en brazos y me levantó fácilmente de la cama.
-         Quiero que veas algo- susurró junto a mi oreja. El hecho de que estuviese tan cerca de mí me ponía el vello de punta. Me llevó en brazos hasta el jardín donde me dejó en el suelo. No recordé que iba descalza hasta que mis pies rozaron la hierba. El chico cuyo nombre todavía no sabía se acercó a una trampilla que había en el suelo y la abrió. Pronto se metió en ella y ya no pude ver su cara. Me sentí algo sola en el jardín cuando él hubo desaparecido, aunque sabía que no debía estar muy lejos. De pronto su cabeza volvió a salir a la superficie.- ven Isil- me dio un vuelco el corazón a ver que pronunciaba mi nombre, pero pronto me sentí culpable de no saber el suyo.

Cuando me acerqué a la trampilla vi unas escaleras que llevaban al piso de abajo. El chico me tendió la mano para que bajase por ellas. Pero a mitad del recorrido cuando aún quedaba un metro y medio para tocar el suelo me tropecé con el vestido y caí.

Me asombré de caer de cuclillas sin lastimarme nada. Dos días antes si me hubiese caído desde esa altura me hubiese roto algo seguro. El chico me miraba preocupado desde la escalera. Sus ojos verdes recorrían mi cuerpo en busca de alguna lesión. Cuando se cercionó de que estaba bien terminó de bajar las escaleras.
-         ¿te encuentras bien?
-         Si. Perfectamente- dije sonriendo. Cuando me devolvió la sonrisa y pude apreciar su perfecta dentadura, me sentí muy feliz.- me gustaría saber como te llamas.
-         O si lo siento. Todavía no me he presentado. Soy Irusail.- me tendió la mano, se la estreché con fuerza.
-         Yo soy Isil.
-         Si lo se- fue todo lo que dijo antes de dirigirse hacía una puerta que había a nuestra derecha y abrirla.

Detrás de la puerta había una enorme piscina junto a un invernadero. Irusail (era un alivio saber el nombre de aquel chico) se dirigió hacia el invernadero. Cuando entré me di cuenta de que realmente no era un invernadero. Era un cementerio al estilo Inglés. Había unas quince tumbas. Irusail se dirigió a la más grande y llamativa, cuando me acerqué conseguí leer Mar Lostrud en ella. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo en aquel momento.
-         es tu madre- fue lo único que dijo Irusail antes de salir de allí. Me quedé sola en el cementerio.
Me arrodillé junto a la lápida de Mar y pasé las manos por las grabaciones de su nombre. No me dí cuenta de que estaba llorando hasta que las lágrimas me bajaron por el cuello. Sequé las lágrimas con mi brazo y me tumbé en el suelo con mi cabeza rozando la lápida.
-         mamá- conseguí decir entre lágrimas. En realidad yo no la había conocido y no sabía por que le lloraba. Pero un sentimiento de tristeza me inundaba el pecho.

Nada sucedió. Nada cambió en mi interior. Pero supuse que eso era normal. Nunca la había conocido, nunca había sentido que tenía una madre muerta a la que llorar. Pero aún así las lágrimas se escapaban como criminales huyendo por mis mejillas hasta el suelo, hacía la libertad que el césped les proporcionaba cuando se perdían en la hierba. Sentí el dolor que me produjo saber que todo lo que había creído durante años era mentira. Me había criado en una familia adinerada constituida por dos padres y una hermana pequeña. Mis padres no eran otros más que mis tíos y mi hermana mi prima. En algún lugar del mundo tenía un padre perdido que lloraba mi falsa muerte y al mismo tiempo la de mi madre. La hierba estaba fresca a diferencia del calor bochornoso que sabía que hacía fuera. La lápida de mi madre también tenía esa temperatura. Me incorporé y recorrí el resto del cementerio. Tres  lápidas más tenían el apellido Lostrud grabado en ellas. Supuse que serían el resto de las madres los otros príncipes  que murieron aquella noche. Había once lápidas más. Diez de ellas tenían la misma fecha de defunción que mi madre y el resto de princesas. Pero había una- la más escondida estaba- que tenía dos fechas. Pude ver los nombres de dos chicas grabados en la piedra. Con dos fechas distintas: una hacía casi dieciséis años y la otra hace tan solo dos. Me senté junto a esa tumba. Supuse que serían hermanas puesto que compartían apellido. Pude apreciar que en la parte de arriba de la lápida había un dibujo labrado. Era un león pequeño con su melena al viento. Aquella imagen me sonaba mucho. La tenía en la cabeza sin parar de darme vueltas hasta que la localicé. Ese dibujo era el mismo que llevaba la hebilla del cinturón de Javier cuando lo vi por primera vez.
-         es la tumba de mi madre y de mi tía.- la voz de Irusail me sobresaltó. Tanto que dí un bote y caí al suelo. El rubor me inundó las mejillas y las orejas haciendo que no pudiese mirarlo a la cara.- mi padre es el encargado del cementerio. Cuando mi abuelo intentó mataros a ti y al resto de bebes mi padre y otros sidazes escondieron los cuerpos y los trajeron aquí. Más tarde cuando mi madre y mi tía murieron mi padre quiso que estuviesen aquí rodeadas de sus amigas.
-         ¿Mi madre y la tuya fueron amigas?- me sorprendía bastante el hecho de que la madre de aquel chico misterioso al que apenas conocía estuviese enterrada junto a la mía por que eran amigas.
-         Si. Por eso mi abuelo mató a sus hijas- guardo silencio un momento mientras mantenía una batalla interior. Una batalla que yo podía ver en sus ojos.- mi madre fue la que te sacó de allí aquella noche, y te entregó a tus tíos. Cuando mi abuelo la encontró tú ya estabas a salvo y por lo tanto la mato. Yo solo tenía dos años y tú…- volvió a guardar silencio. – tú tenías tres meses.
-         Yo…- las lágrimas volvían a escaparse de mis ojos, rebeldes. De verdad que lo siento mucho. Y le estoy agradecida a tu madre por salvarme. Bese mi mano y luego la deposité en la lápida. Luego me levanté hice lo mismo con la de mi madre y salí de allí. Me dirigí de nuevo hacia las escaleras, que subí enseguida abrí la trampilla y salí al exterior. Sentía que la situación era demasiado para mí. Seguí llorando no podía dejar de hacerlo. Pero ¿Por qué llorar? Por gente que no había conocido. La cabeza me daba vueltas. Allí en mitad del jardín me sentía solo muy sola. Como si fuese la última persona sobre la Tierra que ha visto morir a sus seres queridos. Como si toda mi vida se hubiese ido para siempre y ya no la pudiese recuperar. El mareo llegó junto con una presión en el pecho que no me dejaba respirar. Intenté apoyarme en algo pero no encontré nada. Las piernas me fallaron y me derrumbé en el césped. Estaba fresco y húmedo, me alivió el dolor del pecho, sentí que la respiración volvía a un ritmo normal. Poco a poco mi cabeza se fue despejando y las lágrimas dejaron de brotar. Quería seguir llorando pero no debían de quedarme gotas en mis ojos. Me hice un ovillo y me agarré las piernas sintiéndome algo mejor. Repase mentalmente todo lo que había descubierto desde el secuestro. Yo no era quién creía haber sido durante estos dieciséis años, las imágenes pasaron por mi cabeza como en una película haciéndolo más duro. Cuando llegue al colegio y conocí a Silvia, mis abuelos cuando vinieron a vivir a la ciudad, mamá embarazada, en nacimiento de Marina, yo y Marcos… un grito de desesperación salió de mi interior escupiendo la confusión que había en mi interior en esos momentos.

Irusail estuvo a mi lado antes de que él grito terminase. Me puso una mano en el vientre. No sabía por que lo hacía hasta que me di cuenta de que estaba convulsionándome. Llamó a gritos a su padre, que estuvo allí enseguida. En la mano llevaba un tarro con el líquido verde con olor a vainilla. Entre los dos me estiraron, es decir hicieron que me tumbase recta. Irusail no quitó su mano de mi vientre en ningún momento es más, la apretaba cada vez más haciéndome saber que estaba allí. El hombre adulto hizo que levantase la cabeza y que bebiese el líquido que llevaba en el tarro. No me resistí porque todo mi cuerpo estaba deseando tomarlo, todavía recordaba lo bien que me había sentido la primera vez que lo había tomado. Cuando terminé de beber volvieron a colocarme la cabeza en el suelo. Volví en mi misma a los dos minutos más o menos, aunque todavía no me sentía lo suficientemente fuerte para levantarme. Lo primero que pude mover fueron las piernas agarrada a las manos de Irusail fui incorporándome. El hombre ya no estaba allí supuse que estría dentro de la casa. La fuerza de la poción Estévez no fue tan fuerte como la otra. Seguía sintiéndome débil, las manos de Irusail pronto dejaron de serme un buen apoyo y estuve a punto de caer. Él paso una mano a mis piernas y me levantó en brazos. Me llevó por toda la casa hasta la habitación donde me había despertado por la mañana. Con cuidado me acostó en la cama, dejando la cabeza para el final. Quería agradecerle  todo lo que estaba haciendo por mí, pero las palabras no quisieron salir de mi boca. Sus manos me acariciaban la cara con tranquilidad. Cerré los ojos con fuerza y me quedé dormida.


No sabía por que se había puesto así. Cuando oí el grito pensé que alguien la habría atacado. Por eso subí a toda prisa las escaleras para encontrarla tirada en el suelo con espasmos y la cara húmeda de las lágrimas. No me di cuenta de que le estaba dando un ataque nervioso hasta que no estuve a su lado. Le puse la mano en el vientre para intentar que estuviese quieta y llamé a mi padre. El supo enseguida lo que había que hacer y trajo la poción del Luipa consigo.
En ese momento ella dormía en mi cama, con mis manos acariciándole el rostro. Era impresionante lo guapa que estaba a pesar de llevar el pelo revuelto y la cara sucia de las lágrimas. Si la hubiese conocido en una fiesta sería el tipo de chica con la que me hubiese enrollado. Tan guapa. Tuve de despejar esos pensamientos de mi cabeza, por que ni la había conocido en una fiesta ni ella era una chica cualquiera. Sabía que no podía hacer nada más que protegerla e intentar devolverla con su familia. En ese momento mi padre entro por la puerta. Con su camisa hecha polvo y su barba sin afeitar de varios días. Me impresionaba mucho como había empeorado con los años. Mi tía siempre decía que le faltaba vitalidad desde la muerte de mi madre pero desde que mi tía murió ha sido catastrófico. Apenas sonríe y las ojeras debajo de sus ojos son cada vez más grandes. La postura de su cuerpo hace que parezca que lleva un peso muy grande sobre los hombros y su belleza ya no es la misma de antes.
-         ¿cómo está?- preguntó.
-         Está dormida- no era consciente de que seguía acariciándole la cara, pero vi que mi padre miraba fijamente mi mano y entonces la retiré.
-         No olvides quien es- dijo en tono cortante- he llamado a su casa. Me ha contestado su madre.- vi el dolor en sus ojos. Sabía lo que significaba para él. La madre de Isil y la mía habían sido mejores amigas y por eso ella salvó a Isil poniendo en peligro su vida.- dice que Isil hace más de un año que sufre problemas nerviosos y que está tomando medicación, hemos tenido mucha suerte de que no se hiciera daño a si misma.
-         Pero como puede tener problemas nerviosos, es una sidaz.- la verdad es que no me cuadraba, un sidaz ya es de por sí mucho más resistente y sano que un humano, pero además ella es la más poderosa de los sidazes.
-         El río hace años que le envía imágenes. Imágenes que ella no puede interpretar. Si ella está lejos del río cuando recibe esas imágenes se puede volver loca. Todo lo que le contaste hizo que el bloqueo de las pastillas desapareciera y que el río se abriese camina hasta su mente.- hizo una pausa y supe que la había puesto en peligro. Al contarle toda aquella realidad había hecho que ella perdiese la concentración y la fuerza. Me sentí muy mal por ello pero seguía sin comprenderlo.
-         Pero no logro entenderlo. El río no debería hacerle daño.
-         El río la necesita tanto como ella al río. Son las dos mitades de un mismo poder. Si ella no va a Luipa…
-         Luipa ira a ella.- corte antes de que siguiese.- lo se, lo se. Es solo que me cuesta creer que necesite destrozarle los nervios para llamarla. Bueno y que te ha dicho su madre.
-         Que debe quedarse aquí. Es peligroso que vuelva a su casa. En cuanto sepan que no les siguen vendrán a verla. Y por cierto Silvia ha vuelto a llamar.- ay Silvia. No era un buen momento para hablar con ella pero sabía que si no lo hacía se pondría histérica. Me levanté y fui hasta mi móvil que estaba encima de la mesa. Puse marcación rápida dos y soné el timbre de llamada. Al primer toque lo cogió.
-         Irusail…- su voz sonaba gritona- menos mal ¿Por qué no me has llamado antes?
-         Hemos tenido problemas con Isil
-         ¿problemas? ¿que clase de problemas?
-         Bueno ya te contare. ¿tú estas bien?
-         Si mi madre se asustó mucho al ver que llegué herida pero no ha sido nada grave. Laura vino ayer a mi casa a decirme que las habías sacado de allí. Ella me curó.
-         Bueno al fin y al cabo te debía una ¿no?
-         No…- noté el silencio y sabía perfectamente que venía después.- Irusail ¿porqué no viniste a verme?
-         Silvia, por favor ahora no.
-         ¿qué pasa? Ya te ha engatusado.
-         Estas loca, no me ha engatusado-dije deseando que la conversación se terminase.- eres demasiado celosa.
-         Lo hace siempre. Siempre engancha a los chicos con su bonita mirada verde.- intenté cortarle- ¿está ahí?- si. Respondí vagamente.- déjame hablar con ella. Déjame hablar con ella- repitió.
-         No puedes hablar con ella ahora Silvia.- siguió protestando hasta que no lo soporté más y grité- está durmiendo, ha tenido un ataque de ansiedad ¿vale?, déjala tranquila. Está muy, muy mal.- el silencio que me llego desde el otro lado del teléfono hizo que me calmase un poco.- bueno ya hablaremos en otro momento. Adiós.- colgué.

El cuerpo de Isil se movió bajo mi mano, inquieto. Supuse que los gritos la habrían sacado del sueño. Retiré la mano de su cara y esperé que despertase. Dos ojos enormes se abrieron con lentitud, proyectando luz verde a toda la habitación. Las pestañas le proyectaron sombras que parecían flores sobre las mejillas. Miraba la luz por la ventana. De pronto la imaginé tantos años sin saber quien era, viviendo lejos de lo que necesitaba para vivir, lejos de su padre y sin saber que su verdadera madre estaba enterrada a las afueras de la ciudad. Imagine su carita sonriente cuando su hermana nació y luego la imaginé dándole ataques de ansiedad por no poder controlar la situación, que ella veía en las imágenes. En ese momento su cara estaba tranquila, me miró y esbozó una leve sonrisa.
-         ¿te he despertado?- susurré, ya estaba despierta pero me daba miedo alterarla- he hecho demasiado ruido. Lo siento
-         No tranquilo.-con mucho cuidado se fue levantando hasta quedarse sentada en la cama- quiero ir a casa.- me pilló por sorpresa, sabía que no podía llevarla a casa, por que era muy peligroso. Pero en ese momento no supe que responder.
-         Veras…
-         Quiero ir a casa- respondió cortante- tanto si me llevas tú como si no. No puedo quedarme aquí más tiempo. Necesito irme a casa.
-         De acuerdo, te acompañaré.

 Fui a por el coche y pusimos rumbo a la ciudad. Ella permaneció callada todo el recorrido, mirando sus uñas con desesperación porque una de ellas estaba rota. De vez le echaba un vistazo con miedo a que le diese otro ataque y no la pudiese controlar. Pronto vimos los almacenes en las puertas de la ciudad. Las urbanizaciones de Babel y San Gabriel aparecieron ante nosotros conforme entrábamos en Alicante. Isil comenzó a prestar atención cuando llegamos al centro.
-         vivo en la Explanada
-         Lo se.- me miró sorprendida ante aquella afirmación.- he rastreado el poder de tus padres.
-         ¿qué has hecho qué?- pude ver la incredulidad en sus ojos.
-         Veras cuando conoces el poder de un sidazes puede rastrearlo.
-         ¿el poder?
-         El aura de magia que lo rodea.
-         Entiendo- pero pude ver en sus ojos que no era así. Pero no siguió con el tema. Se limitó a mirar el mar, tranquilo alado de la ciudad. Su pelo recogido en una cola revoloteaba con el viento que entraba por la ventana.

Cuando llegamos al aparcamiento del puerto, espero a que dejase el coche y bajó de él. Caminó como ida hasta la puerta de su edificio y llamo al timbre. Una voz dulce y suave salió por el altavoz. Isil debió reconocerla porque sonrió.
-         Abuelo soy yo.- la voz cambió para volverse dura y cautelosa.
-         ¿Isil? ¿qué haces aquí?
-         Tenía que venir, ábreme.- la puerta se abrió con un sonido sordo y entramos en el portal. Entramos en el ascensor e Isil pulsó el botón del cuarto piso.

Isil se mostró algo impaciente mientras el ascensor ascendía. Con sus uñas golpeaba una y otra vez la pared con una melodía que no conseguí identificar. Cuando al fin el ascensor paró y sus puertas se abrieron.
La puerta estaba abierta de par en par, en ella había una mujer con el pelo negro hasta los hombros y varias canas. Su cara era tan sumamente parecida a la de Isil que me asustó. Sus ojos verdes eran grandes y rasgados como los de ella, la nariz pequeña pero regordeta llena de pequitas. Pero aquella mujer era alta y flaca y despampanaba elegancia. Isil se lanzó sobre ella y la abrazó, aquella mujer le devolvió el abrazo y sostuvo a la muchacha contra ella acunándola como si fuese un bebé.
-         abuela ¿dónde están todos?
-         Han ido a buscar a Marina- una voz masculina – que identifiqué como la del timbre- salió por detrás de aquella mujer. Apareció un hombre grande y fuerte de  unos sesenta y pocos años, con el pelo ya blanco y algunas arrugas en la cara.
-         ¿Por qué han ido a buscar a mi hermana?

Otra voz más apareció en aquella casa. Una voz que yo conocía juvenil, femenina y musical. Una voz que yo conocía muy bien.
-         por que Javier vino a buscarte y encontró a tu hermana en vez de a ti.- la voz de Silvia llego hasta nosotros- No pudimos hacer nada se la llevó con él.

Isil asustada retrocedió fuera de la casa. Soltó la mano de aquella mujer y se pegó a la pared. Ninguno entendimos su reacción hasta que habló.
-         ¿qué hace ella aquí? Es humana.

-         Isil tranquila- dijo su abuela levantando una mano- Silvia no es del todo humana. Pasa y te lo explicaremos.
 Pero Isil no entró, permaneció allí con la espalda en la pared. Miraba hacia su abuela y luego a Silvia. El miedo y la confusión afloraron a sus ojos.
-         Isil, por favor.
-         De acuerdo, pero necesito que me expliquéis todo.- se separó de la pared y entró en la casa. Todos la siguieron, incluido yo.
Llegamos a un salón pintado de blanco con una pared color chocolate. Había dos grandes sofás blancos y una mesita baja de café. Todos tomaron asiento en los sofás pero yo preferí quedarme de pie a un lado.
-         Isil, sentimos mucho que te hayas tenido que enterar así de las cosas.
-         Antes o después pasaría. Lo que no entiendo el que ocultarais quien soy.- la rabia fue naciendo en ella, por que cada vez fue elevando más el tono de voz.- todos lo sabíais ¿no? Silvia, vosotros, papá, mamá, Marina…
-         Era por tu seguridad.- Isil se puso rígida y su abuela continuó.- Silvia no es una humana corriente. Es una humana bendecida por el río. Luipa le ha concedido dones para poder ser tu protectora.
-         Vaya pues veo que lo ha conseguido
-         No seas cruel- dijo Silvia, vi la tristeza que aquel comentario le había producido- no podía imaginarme que te secuestrarían en el baño. Si quería aparentar normalidad debía intentar llevar una vida normal. Solo he hecho lo mejor para ti.

 Isil rió, su carcajada fue limpia y llena de desesperación. Sus ojos contenían lágrimas que comenzaban a agruparse en sus lacrimales.
-         ya no se que debo y que no debo creer.



Sabía que estaba siendo cruel con todos. Pero necesitaba desahogarme. Sentía ganas de llorar y al mismo tiempo ganas de salir gritando de allí. La abuela con su maravillosa tranquilidad me miraba intentando convencerme de que era a ella a quién debía creer.
-         escucha lo que tu mente te dice. Sabes tan bien como yo que todo está en tu cabeza.
-         Tal vez tengas razón.- fue todo lo que dije.- por cierto ¿qué es eso de que Javier tiene a Marina?
La abuela apartó de mí sus ojos. Posó la vista sobre la pulsera de plata que mi hermana y yo le habíamos regalado por su último cumpleaños. La grabación de nuestros nombres y un corazón se reflejaba en sus pupilas.
-         contéstame- dije aguantando la desesperación y las lágrimas.
-         Vinieron rastreando tu poder y ella estaba sola…
-         ¿Qué LA DEJASTEIS SOLA?- dije chillando- ES UNA NIÑA.
-         Lo sé. Es el mayor error que hemos cometido- fue la primera vez que vi a mi abuela llorar. Siempre había sido una mujer fuerte y valiente, pero en aquel momento el amor por su nieta menor salió a flote.- pero ponerte a ti a salvo era más importante.

Fue lo último que oí, una imagen me vino a la mente. Un bonito prado verde entre montañas del mismo color. Un paisaje que en España no era posible ver. Por aquel prado pasaba un camino, mi mente siguió el camino hasta una cueva. En ella había un río. Sus aguas no eran transparentes, eran verdes. La cueva estaba decorada con varias velas de distintos tamaños y colores. Con los dedos tracé lo que estaba viendo y la imagen se dibujó en el aire de mi piso. Todos contemplaban en ese momento lo que yo les mostraba. En mitad del salón se veía la imagen de la cueva con el río y las velas.

-         lo ha vuelto a hacer- susurró Silvia.
-         ¿hacer qué?- el tono de Irusail dejó claro que no entendía lo que veía.
-         Enseñarnos el punto donde debe unirse con el río.- aquella voz no la reconocí, pero el si debió de hacerlo. Ignoró mi imagen y se centro en una mujer anciana que se encontraba en la puerta de la cocina.

Irusail corrió hacia ella y le besó las dos mejillas. Aquella mujer sonrió cuando el muchacho la abrazó y le acarició el rostro, como mi madre hacía conmigo.
-         tía Rosa.
-         Mi pequeño brujo, me alegro mucho de volver a verte.
-         Rescatamos a Rosa del mismo sitio donde tú encontraste a Isil- dijo mi abuelo, que había permanecido en silencio.

Me resultó extraño saber que Irusail tenía más familia además de su padre. Desde que le conocía me lo había imaginado como un niño huérfano, solo en el mundo. Sin embargo lo veía abrazado a aquella anciana mujer a la que llamaba tía. Lo que más extraño me pareció fue el hecho de saber que esa mujer estaba en el mismo sitio que yo y que él no la hubiese rescatado. Aunque claro, seguramente su misión era sacarme a mí de allí. Y todo lo demás estaba en un segundo plano. La imagen del río el la cueva seguía estando en medio del salón, sabía perfectamente que era yo quién la proyectaba pero no tenía ni idea de cómo. Seguí trazando todos los detalles que veía en mi mente con el dedo y la imagen fue siendo cada vez más opaca. Todos dejaron de mirar a Irusail y a su tía para mirar la imagen.
-         pero ¿Dónde será eso?
-         Solo hay un sitio donde puede ser- la voz de Rosa sonaba dura y sabia.- es en Escocia. Es el lugar donde surgieron los primeros sidazes.
-         Es imposible. Esa cueva se perdió hace más de cien años. En un derrumbamiento.- replicó Irusail.
-         O eso nos han dicho.- la voz de Rosa sonó burlona en esa ocasión.- hay leyendas que dicen que el rey Robert la mandó tapar y que solo él conocía la entrada. Las leyendas dicen que lo hizo para proteger el sagrado corazón del río y otras leyendas dicen que solo lo hizo porque es el lugar donde la sangre de los príncipes debe de unirse a la sangre del río y que así evitó que nadie que no fuese de su familia gobernase el Luipa.
-         Vaya me encanta el gobierno de mi especie, creo que no hay nadie que no sea corrupto.- dije sin pensar. Todos se volvieron a mirarme- esto… no he dicho nada ¿vale? Seguir.
-         Tal vez ese camino que se ve por allí- mi abuela tocó la imagen como si fuese una pantalla táctil. De su mano surgió una neblina dorada y la imagen se movió con ella. En ese momento apareció la primera imagen que yo había visto las montañas y el camino que llevaba a la cueva.- sea el que lleva a la entrada.
-         Pero no podemos saber que montañas son esas.- Silvia también se levantó y se acercó a la imagen pero ella se limitó a contemplarla.- si pudiésemos saber al menos en que zona de Escocia son.
-         ¿Isil?- se giró mi abuela hacia mí. ¿puedes alejar más la imagen?- negué con la cabeza. No podía ver más allá de esas verdes montañas.- bueno está bien por hoy. Tranquila ya puedes diluirla.- tan pronto como pensé en que la imagen desapareciera, esta desapareció.
-         Antes habéis dicho que no es la primera vez que ella dibujaba lo que veía.- la voz de Irusail nos sorprendió a todos.
-         Si pero nunca había pasado más allá de la imagen del río, es la primera vez que va tan lejos.

Mi abuela se inclinó y sacó de debajo del sofá una caja. En ella había varias fotografías de mi misma dibujando en el aire la imagen de un río verdoso. Eran imágenes que ahora recordaba vagamente, siempre que había pasado algo de aquello había pensado que estaba loca. Tal vez la nueva realidad de mi vida explicaba muchas cosas sobre mí. La caja pasó por las manos de todos hasta que llegó de nuevo a mi abuela y esta volvió a dejarla bajo la cama.
-         aunque no sea en esa cueva pero debe entrar en contacto con el río.
-         Si tienes razón- contestó mi abuela.- Isil haz la maleta nos vamos.
-         ¿Cómo que nos vamos? ¿y mi hermana?- mi voz fue tan solo un susurro.
-         Lucía y Herat han ido a por ella, pronto se reunirán con nosotros. Vamos Isil es importante.
-         Mi hermana es mucho más importante que todo esto. No pienso ir, es más quiero ir en su busca.
-         Isil, no tenemos tiempo para discusiones tontas- el tono de mi abuela era sereno, aunque había una gota de tristeza en él. Una gota que era suficiente para que yo estuviese intranquila.
-         No es una tontería. Marina me necesita.- dije luché para no ponerme a llorar, o lo que era peor, a gritar.- dios… Claudia por favor.- aquella mujer a la que tanto quería se giró sorprendida al ver que la llamaba por su nombre. Pero siguió firme. No pude contenerme más-SI A TI NO TE IMPORTA A MI SÍ.- dí un golpe a un jarrón y este cayo al suelo rompiéndose en varios trozos.

Para cuando intenté tirar algo más tanto Irusail como Silvia estaban ya sobre mí, inmovilizándome. Ella se apoyó contra mi pecho cortándome la respiración y él me sujetó los pies y las manos. Me faltaba el oxígeno y mi cerebro ya no funcionaba correctamente. Pensé que había sido una manera estupenda de desmayarme y luego por fin caía en la negrura del inconsciente.

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